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Birmania, ¿el próximo "tigre asiático"?

viernes, 8 de junio de 2012

La apertura política y económica birmana hace soñar a muchos con una nueva superpotencia, pero en un país que carece de infraestructuras y de personal cualificado la tarea no será fácil.

Birmania está perdiendo rápidamente ese sabor decadente al que se había visto confinada tras 50 años de dictadura militar. Los coches viejos van abandonando las calles y los sustituyen pequeños modelos chinos de colores estridentes. Los teléfonos móviles acechan a las miles de telefonistas que aún ofrecen sus servicios en miles de puestos públicos y que hasta hace poco eran la única forma de llamar en la calle. Los cajeros automáticos y las oficinas de cambio de divisas comienzan a introducirse en el paisaje de la antigua capital, Yangon, mientras que nuevas torres de oficinas se cuelan entre los edificios coloniales.

Todos los ojos están puestos en Myanmar, nombre oficial del país desde 1989. Las reformas emprendidas durante los últimos meses por el presidente Thein Sein han despertado la esperanza de ver nacer una nueva potencia económica en Asia. “Creo que hay una fuerte posibilidad de que Myanmar pueda emerger como un tigre”, aseguró el consejero de la ONU Vijay Nambiar a finales de abril, en referencia a las economías de Corea del Sur, Taiwan, Singapur y Hong Kong, que fueron denominadas como los Cuatro Tigres de Asia por su rápido crecimiento durante la segunda mitad del siglo XX.

Birmania ya había sido la envidia de Asia hasta los 60 cuando era una de las economías más prósperas del continente. Todo terminó con el golpe militar del general Ne Win, en 1962, y su férreo sistema socialista que sumió al país en la pobreza. El régimen intentó abrirse más tarde, pero el centralismo de la junta militar dio poco margen a la iniciativa privada y el país siguió a la cola de los índices de desarrollo. Las violaciones de derechos humanos supusieron además la instauración de sanciones por parte de los países occidentales y Birmania pasó a depender de sus vecinos, especialmente de China.

La apertura política era el requisito previo para volver al mercado internacional y, de momento, el nuevo Gobierno está cumpliendo bien su papel. En menos de un año, ha legalizado al partido de la oposición, la Liga Nacional para la Democracia, liderada por la premio Nobel de la Paz, Aung San Suu Kyi; ha permitido los sindicatos y ha anunciado que la censura previa será eliminada el próximo 30 de junio. La victoria de Suu Kyi en las elecciones parciales celebradas el pasado 1 de abril, en las que solo había unos pocos escaños en juego, ha sido la prueba definitiva para que los países occidentales comiencen a retirar las sanciones económicas, que de momento han sido suspendidas temporalmente.

Con tantas buenas noticias, las previsiones son inmejorables. Se calcula que este año Birmania crecerá un 6% y podría llegar al 8% durante los próximos años. “En cinco años, la renta per capita puede aumentar rápidamente de los 1.200 dólares anuales de ahora a unos 2.000”, asegura Rajiv Biswas, economista jefe para Asia de la consultora IHS.

Un nuevo ‘tigre’ que flaquea
Las miles de velas que recorrieron las calles de las principales ciudades de Birmania hace unas semanas pusieron a muchos los pies en el suelo. Los ciudadanos salieron con sus cirios encendidos para protestar por los constantes apagones que les sumergen en la oscuridad durante varias horas al día, incluso en las zonas más desarrolladas. Las protestas pusieron en evidencia dos cosas: que Birmania aún tiene muchas carencias y que los birmanos también quieren opinar sobre las reformas económicas. “Una de las cosas más peligrosas en una transición económica es la frustración de la población”, explica Biswas. Y en Birmania, donde la sociedad civil es fuerte, las expectativas son muy elevadas.

El principal problema con la reforma económica en Myanmar es, simplemente, que apenas ha empezado, a pesar de toda la publicidad”, asegura el catedrático de Economía de la Universidad australiana de Macquarie, Sean Turnell. “La única reforma realmente importante que se ha implementado hasta ahora ha sido el cambio de divisa [que ha reintroducido la moneda, el kyat, en el sistema internacional de flotación]. Se ha hablado mucho sobre otras reformas, y algunas incluso han tenido nuevas leyes aprobadas, pero poco se ha puesto en práctica”.

Una de las leyes más esperadas es la de inversiones extranjeras, que lleva anunciándose varios meses, pero que no termina de ser aprobada. Según los primeros borradores, esta nueva ley incluirá exenciones fiscales durante los primeros años y eliminará la obligación de tener un socio local para abrir un negocio. Unas interesantes condiciones que atraerán inversión masiva, pero que pueden suponer quebraderos de cabeza adicionales. “Con todo el dinero que va a llegar desde fuera, la inflación puede ser un asunto preocupante”, afirma Biswas.

La disputa por la tierra entre sus antiguos ocupantes y los nuevos proyectos, especialmente para la extracción de los numerosos recursos naturales con los que cuenta Birmania, será otro de los asuntos clave. “La propiedad de la tierra es muy problemática. Técnicamente, el Estado es el dueño de toda la tierra en zonas rurales, pero empresarios bien posicionados han podido utilizarla en detrimento de los pequeños campesinos”, asegura Sean Turnell. “No hay números concretos, pero se están aprobando proyectos que desplazan a los agricultores y no les dan compensaciones”, afirma Su Su Nwey, una conocida disidente que ha organizado recientemente la organización Movimiento por los Agricultores.

Devorado por la corrupción y la guerra
La frenética actividad del gobierno se ha olvidado de uno de sus principales problemas: la corrupción. Un asunto que no es menor cuando el índice de Transparencia Internacional coloca a Birmania como el tercer Estado más corrupto del mundo, solo por detrás de Corea del Norte y Somalia. Los antiguos generales controlan además la mayor parte de los recursos y Myanmar sigue desconectada del sistema bancario internacional, lo que obliga a trabajar con las entidades locales y aceptar sus condiciones. Sin embargo, el Gobierno no ha presentado propuestas concretas para reducir su impacto. Tampoco lo ha hecho en el caso de la educación de sus 60 millones de habitantes, que necesitan conocimientos básicos para poner en marcha las reformas y asegurar el crecimiento del país.

Hasta ahora, las carencias parecen más fáciles de solucionar que la guerra con el Estado Kachin, una zona con importantes recursos naturales y situada en la frontera con China. Los enfrentamientos se reiniciaron hace un año tras 17 años de tregua y, aunque se ha llegado a acuerdos con otras etnias, como la karen, el diálogo parece estancado con los kachin. Sin embargo, la urgencia para el Gobierno es máxima, ya que el fin del conflicto con las tribus ha sido una de las condiciones de la comunidad internacional para retirar definitivamente las sanciones.

Birmania no llegará a ser Corea del Sur en dos días. Ellos mismos tardaron varias décadas en convertirse en uno de los países más innovadores del mundo. Muchos temen, sin embargo, que el país asiático se pierda en la corrupción y el capital fácil, y acabe en el círculo de pobreza del que no consiguen salir algunos de sus vecinos
 
Artículo de Laura Villadiego publicado en FP.

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