Hoy domingo, Birmania celebra unas elecciones que la prensa internacional ha calificado de históricas. No es un adjetivo exagerado, puesto que supondrán un antes y un después en las relaciones de Myanmar, nombre oficial del país, con el exterior y en la legitimación de las reformas emprendidas por el régimen. El entusiasmo puede llevar, sin embargo, a pensar que está en juego algún puesto clave del gobierno o que los comicios son el testimonio claro de que Birmania se encamina con paso firme hacia una democracia después de 50 años de dictadura militar. Ninguna de las dos es cierta.
En realidad, lo que se celebra mañana no son unas elecciones propiamente dichas, sino unos comicios parciales para suplir los puestos vacantes dejados por aquellos diputados designados para puestos en el gobierno. Solo se deciden 45 escaños (la elección de los 3 escaños en el estado Kachin ha sido aplazada por razones de “seguridad”) de un total de 664, de los que 37 corresponden a la Cámara Baja. Por tanto, cualquier posibilidad de que la Liga Nacional para la Democracia obtenga una representación significativa queda descartada.
En cualquier caso, como ya analizamos hace unas semanas en el post sobre por qué Birmania no será una democracia, incluso en el supuesto de que fueran unas elecciones generales, el 25 por ciento de los escaños son asignados de forma automática por los generales y todo el proceso legislativo está controlado por ellos. Además, Suu Kyi, al tener relación de parentesco con extranjeros (sus hijos tienen la nacionalidad británica dada por su padre), no podría convertirse en presidenta, por lo que solo podría aspirar a ese puesto alguien de su partido que entrara dentro de los requerimientos de la Constitución. Por ello, una de las principales reivindicaciones de Suu Kyi durante la campaña ha sido un cambio en esa Constitución, posibilidad que ha sido negada en rotundo por el jefe de las Fuerzas Armadas birmanas, el general Min Aung Hlaingi.
Suu Kyi ganará un escaño en las elecciones en Birmania
La victoria de Suu Kyi está casi asegurada. Su candidatura en un pequeño distrito rural al sur de Rangun, la antigua capital, cuenta con el apoyo suficiente. Probablemente, su partido también obtendrá unos cuantos de los 44 escaños a los que se presenta, ya que los generales intentarán que las elecciones parezcan lo más justas posibles. Eso dará una voz a la oposición dentro del Parlamento, aunque su capacidad efectiva de acción sobre las políticas del gobierno dependerá más de si se siguen aligerando la censura mediática y las restricciones a los movimientos sociales.
Pero en realidad, quienes más tienen que ganar son los propios militares. Como aseguraba Nicholas Farrelly en el blog New Mandala:
Es mucho más peligroso para el presidente Thein Sein si Suu Kyi no gana su escaño. Ese resultado llevará inevitablemente a protestas por fraude electoral y podría desencadenar un levantamiento incontrolable. Sería el fin del emergente proyecto de democratización. Para continuar con su diversa agenda, Thein Sein y sus aliados "necesitan" a Aung San Suu Kyi en el parlamento.
Con las elecciones de hoy, el régimen pseudo-civil de Thein Sein, quien fue primer ministro de la Junta Militar y antiguo general, recibirá la legitimidad necesaria para conseguir su objetivo más preciado: que los países occidentales retiren las sanciones económicas impuestas sobre Birmania a partir de los años 80. Las rápidas reformas políticas y económicas (ver cronología) del último año probablemente echarán el freno en cuanto las prohibiciones se levanten y Birmania se convertirá en otro de esos países asiáticos de apariencia democrática y maneras dictatoriales.
Artículo de Laura Villadiego visto en El mundo desencajado y Miradas de internacional.
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