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La guerra sucia birmana

miércoles, 18 de julio de 2012

La noche del 9 de junio de 2011 una serie de fuertes estruendos despertaron a Labang Hkwan Tawng, una robusta mujer de 60 años, mientras dormía con su nieto en Sang Grang, una aldea de unas sesenta casas en las montañas del norte del Estado Kachín, en Birmania. El sonido era inconfundible: fusiles de repetición y morteros cuyos proyectiles llegaron a caer en pleno centro del pueblo. Aterrados y sin tiempo para recoger sus pertenencias, Labang Hkwan Tawng y su nieto corrieron a refugiarse en el bosque junto a otros habitantes del pueblo. Desde allí caminaron durante días y finalmente llegaron al campo de desplazados internos de Nhkawng Pa, situado en una aislada zona montañosa a pocos kilómetros de la frontera con China.

Más de un año después, el pueblo está vacío y Labang Hkwan Tawng y su nieto continúan viviendo en el campo junto a otros 1.636 refugiados. Las organizaciones no gubernamentales locales calculan que al menos 75.000 personas han tenido que abandonar sus casas desde que aquel día de junio volviera a estallar el conflicto entre el KIO y el Tatmadaw, el Ejército birmano, tras el frágil alto el fuego que ambos bandos habían mantenido desde hacía 17 años.

Según el coronel Zaw Tong, del Ejército para la Independencia Kachín (KIA), el conflicto se venía preparando durante meses, cuando el Tatmadaw decidió rodear una de presa que se estaba construyendo en el río Ta Ping, muy cerca del pueblo de Labang Hkwan Tawng. La zona se halla en el límite de la región que, según los términos del alto el fuego firmado en 1994 por ambos bandos, debía estar bajo el control del KIA/KIO y los kachín consideraron el movimiento de tropas un acto de agresión.

Durante los últimos meses, al mismo tiempo que el presidente Thein Sein iniciaba un incierto proceso de apertura política que ha recibido el apoyo, y hasta el aplauso, de una gran parte de la comunidad internacional, la guerra en el Estado Kachín no ha hecho más que recrudecerse. Y el futuro de Birmania probablemente se juegue tanto en la capital Nayipyidaw como en las remotas montañas del norte.

Las raíces del conflicto son tanto políticas como económicas. El KIO lleva luchando contra el Gobierno central desde su fundación en 1961, primero por la independencia y, a partir de mediados de los 70, por la autodeterminación dentro de un Estado federal, tal y como habían acordado los líderes kachín y otras minorías con el general Aung San, padre de Aung San Suu Kyi y artífice de la independencia birmana, en el Acuerdo de Panglong de 1947. El acuerdo contemplaba un Estado federal con autodeterminación y el derecho de secesión en diez años para las minorías étnicas que lo firmaron, pero, tras la muerte de Aung San pocos meses después, ningún Gobierno birmano lo ha respetado nunca.

Los kachín, en su mayoría cristianos baptistas y católicos, han vivido en esa región montañosa durante siglos, y tienen una lengua, una cultura y unas costumbres distintas a los bamar, en su mayoría budistas, que habitan las regiones centrales del país. Hasta la llegada de los colonizadores británicos en el siglo XIX, cuando Birmania, no existía como unidad política y territorial, los kachín, como muchas de las otras minorías que componen el complejo puzle étnico birmano, vivían de forma independiente y no estaban sometidos a los reyes birmanos de las llanuras centrales.

Por otro lado, el Estado Kachín es rico en recursos naturales. Cuenta con piedras preciosas, sobre todo jade, minas de oro, abundantes reservas de madera de teca y grandes recursos hidrológicos cuyo potencial no se ha escapado a la vista del Gobierno y los empresarios chinos. A lo largo de los últimos años, el Gobierno birmano ha estado entregando esos recursos a precio de saldo a empresarios chinos, lo que está dañando el ecosistema y ha supuesto la expulsión de numerosos agricultores kachín de sus tierras.

El Gobierno birmano recibe armas y el apoyo político de China, pero las relaciones del KIO con el gigante del norte son más ambiguas. Pese a no estar reconocido por ningún país ni organismo internacional, el KIO controla un mini-Estado a lo largo de la frontera con la provincia china de Yunnan y cobra impuestos a todos los camiones de mercancías que atraviesan su territorio de camino al país vecino. Al otro lado de la frontera, muchos habitantes pertenecen a la misma etnia kachín y, con frecuencia, los heridos más graves del KIA son enviados a hospitales chinos. Además, durante muchos años, el KIA luchó contra el Gobierno birmano al lado del desaparecido Partido Comunista de Birmania, que recibía el apoyo de Pekín.

En esta guerra sucia, ambos bandos han sido acusados de cometer violaciones de los derechos humanos. Según un informe reciente de Human Rights Watch el Tatmadaw ha llevado a cabo violaciones masivas y usado a civiles como porteadores y detectores humanos de minas y ambos utilizan minas antipersona y niños soldado. La Nan, el portavoz y subsecretario general del KIO, no niega las acusaciones pero las matiza: según él, el KIA cuenta con algunos niños soldado entre sus filas, pero no los recluta activamente ni los emplea para combatir, y las minas que utiliza se desactivan en dos meses. Dado el estricto control que el KIO ejerce sobre los periodistas que visitan su zona, resulta imposible corroborar la veracidad de esas afirmaciones.

También resulta imposible saber a ciencia cierta la cifra de víctimas mortales o incluso la de combatientes que toman parte en el conflicto. Zaw Tong, coronel del KIA, afirma que los kachín cuentan con 10.000 soldados, a los que hay que sumar 20.000 milicianos de las Fuerzas de Defensa de los Pueblos, un cuerpo de voluntarios que luchan a las órdenes del KIA. Según él, el último año han muerto en combate unos 200 soldados kachín y otros 200 han resultado heridos y podrían haber caído una cantidad hasta cinco veces mayor de soldados del Tatmadaw. Pero los dos bandos tienden a minimizar las bajas propias y a exagerar las ajenas y, sin observadores independientes sobre el terreno, los verdaderos hechos, como en tantos otros aspectos de una guerra casi totalmente oculta a los ojos del mundo, son un misterio.

En cualquier caso, el coronel Zaw Tong reconoce que “ninguno de los dos bandos podrá conseguir nunca una victoria militar clara”, porque las fuerzas están bastante equilibradas. El Ejército birmano cuenta con más efectivos y un armamento más sofisticado, pero “nuestras tropas conocen mucho mejor un terreno sumamente escarpado y están bien entrenadas en la guerra de guerrillas”. Como consecuencia de ello, el conflicto podría mantenerse casi indefinidamente.

El objetivo de ambos bandos consiste, por tanto, en poner contra las cuerdas militarmente al enemigo para tener una posición de fuerza en la mesa de negociaciones. Pero, hasta ahora, no se ha producido ningún avance. El principal obstáculo radica que ambos bandos parten de posiciones irreconciliables. Según Sumlut Gam, jefe del equipo de negociadores del KIO, el Gobierno birmano quiere acordar el alto el fuego antes de iniciar un diálogo político y el KIO exige un comienzo del diálogo como condición previa a un alto el fuego. Sumlut Gam sostiene que el Ejecutivo ya les engañó en 1994, cuando los kachín aceptaron el alto el fuego en primer lugar con la esperanza de que diera paso a un diálogo político que nunca se ha producido. “En aquel momento nos dijeron que el Ejército, que entonces gobernaba el país, no tenía legitimidad para llegar a un acuerdo político, que debíamos esperar a que hubiera un Gobierno civil para mantener ese tipo de diálogo”, explica. Y ahora que en Naypyidaw hay un Gobierno oficialmente civil, aunque fuertemente controlado por los militares, llegar a un acuerdo entre ambas partes no parece más fácil que antes. Para el Ejecutivo birmano, la base de cualquier diálogo político ha de ser la Constitución aprobada en 2008, sumamente centralista. Para el KIO, el punto de partida ha de ser el Acuerdo de Panglong de 1947.

Mientras tanto, decenas de miles de refugiados permanecen en unos campos a los que la ayuda internacional llega con cuentagotas. Según Mary Tawn, cofundadora de la ONG local Wungpawng Ningthoi (“Luz para el pueblo”), la ayuda de organismos internacionales a los desplazados internos en territorio controlado por el KIO ha sido totalmente insuficiente, debido a que el Gobierno birmano se ha negado a dar los permisos necesarios. Como consecuencia, en los campos no siempre se dispone de los alimentos o medicinas suficientes.

En un contexto de aislamiento internacional casi total, los kachín se ven obligados a luchar y sobrevivir solos. Hasta el momento, y dadas las circunstancias, organizaciones locales como Wungppawng Ninthoi han realizado un trabajo ejemplar administrando los campos de desplazados internos, pero existe un peligro muy real de que el conflicto degenere en una auténtica catástrofe humanitaria de grandes proporciones.
Mujeres soldado del Ejército para la Independencia Kachín (KIA) en un control de carreteras a pocos kilómetros de Laiza, la principal población de la zona controlada por la Organización para la Independencia Kachín (KIO). Aunque la mayoría de soldados son hombres, el Ejército (unos 10.000 efectivos en total) cuenta con una fuerte presencia femenina, pero, según fuentes del KIO, éstas no suelen participar directamente en los combates a no ser que sea absolutamente necesario. 27 de junio de 2012.
Enfermo de malaria en el hospital militar de Laiza. Los hospitales del KIO son sumamente precarios, debido al aislamiento impuesto por el Gobierno birmano. A menudo, los enfermos y heridos más graves son enviados a centros hospitalarios chinos. 22 de junio de 2012.
Campo de desplazados internos de Woi Chyai, en las afueras de Laiza. Más de tres mil personas que abandonaron sus pueblos huyendo de los combates se hacinan en este campo, que sólo cuenta con dos fuentes de agua y carece de una asistencia sanitaria adecuada. Las enfermedades estomacales son comunes en éste y otros campos. La ayuda internacional llega con cuentagotas a los refugiados debido a que el Gobierno birmano se niega a conceder permiso a las organizaciones humanitarias para entrar en la zona. 20 de junio de 2012.
Niños soldado del Ejército birmano custodiados por el KIO en Laiza. Algunos de ellos fueron apresados por el KIA durante los combates, otros desertaron y cruzaron las líneas del frente para huir de los abusos que sufrían en manos de sus superiores. Ambos bandos han sido acusados por organizaciones de derechos humanos de reclutar a niños para sus ejércitos. 19 de junio de 2012.
Un capitán del KIA observa una posición del Ejército birmano en la linea del frente, a unos 30 kilómetros de Mai Ja Yang. Unos ochenta soldados birmanos se encuentran en esa posición, junto a la frontera china desde hace años. En la actualidad, están rodeados por más de 200 soldados del KIA y reciben los suministros desde China. 7 de julio de 2012.
Un grupo de refugiados lee la Biblia en el campo de desplazados internos de Nhkawng Pa, a unos 50 kilómetros de Mai Ja Yang. Los kachín son predominantemente cristianos, de la comunidad cristiana kachín, aproximadamente dos tercios son baptistas y un tercio son católicos. 5 de julio de 2012.
Funeral de un soldado del KIA caído en combate con el Ejército birmano en Lai Ja Yang el 29 de junio. Es prácticamente imposible saber el número real de bajas del conflicto, ya que ambos bandos tienden a exagerar las ajenas y a minimizar las propias. 30 de junio de 2012.
Drogadictos en un centro de desintoxicación en Laiza. El vecino Estado Shan es uno de los mayores centros de producción de opio, heroína y metanfetaminas del Sureste Asiático. El consumo de drogas es uno de los mayores problemas de la zona y según fuentes del KIO está fomentado por las autoridades birmanas para destruir el tejido social de los kachín. 28 de junio de 2012.
Miliciano de las Fuerzas de Defensa de los Pueblos descansando en un puesto en Lai Ja Yang, a 10 kilómetros de Laiza. Las Fuerzas de Defensa son un cuerpo de voluntarios que combate a las órdenes del KIA. Según fuentes del KIO, está compuesto por unos 20.000 milicianos. 25 de junio de 2012.
Artículo de Carlos Sardiña publicado en FP en español.
Lo hemos visto en el Facebook de Zigor Aldama, de Javier de Colabora Birmania y, por supuesto, en el del propio Carlos.

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