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¿Birmania se democratiza?

jueves, 6 de septiembre de 2012

Sule Paya, paya o pagoda situada
en la localidad de Yangón.
Foto de Francesc Morera
La rapidez con que se están produciendo cambios y apertura en Myanmar hace que la comunidad internacional observe con cierta cautela y reserva el devenir de los acontecimientos. Aunque oficialmente estemos frente a un gobierno de corte civil, detrás subyace un gobierno militar que ha quedado legitimado por la recién aprobada Constitución que fue tachada de fraudulenta desde sus inicios. Con la Premio Nobel de la Paz, Aung San Suu Kyi, ya liberada y de gira por Occidente, se espera que esta transformación se acelere aún más. Un artículo de Ana Morales, continuación del publicado el sábado 18 de este mes.

Exactamente dos semanas después de mi estancia en Birmania, en 2010, se llevaron a cabo elecciones generales en el país y posteriormente se procedió a la liberación de la premio Nobel de la Paz, Aung San Suu Kyi, la más famosa de los presos políticos del Régimen birmano, en arresto domiciliario desde 1989. Suu Kyi, pasó 15 de los últimos 21 años bajo arresto desde que bajo su liderazgo, la Liga Nacional para la Democracia (LND) se hiciera con el 59% de los votos emitidos y el 81% de los escaños en las elecciones democráticas de 1989, una victoria aplastante. Nunca llegó al Parlamento. Los militares no aceptaron los resultados de los demócratas y desataron una brutal represión. Detuvieron a todos los miembros del partido y a millares de simpatizantes.

Pasadas las últimas elecciones del 2010, Suu Kyi, símbolo de la esperanza para el pueblo birmano, fue puesta en libertad. Y una jubilosa multitud de más de 3000 personas la esperaba en el exterior de su casa de Yangon para festejar con ella tan gran acontecimiento.

Desde entonces, en occidente se tiene la sensación de que, efectivamente, las cosas comienzan a cambiar en Birmania. Incluso a mayor velocidad de lo que sería deseable. Con bastante presencia en los medios, cada día hay nuevas noticias relacionadas con el gobierno y con el anuncio de reforma, encuentros, aperturas… etc.

En los últimos meses EEUU ha estrechado lazos con el país asiático, mientras China, principal aliado y socio inversor del régimen observa el acercamiento con recelo. Incluso la UE ha dado su voto de confianza, optando por una suspensión temporal de sanciones, lo cual puede ser revocado si el proceso de cambio en el país asiático se estanca o da marcha atrás. Pero, ¿todo esto es real o nos hallamos ante un lavado de imagen para que Occidente levante sanciones políticas y económicas?

Para el nobel de economía Joseph E. Stiglitz no hay dudas de que se está llevando a cabo una rápida transición: se han organizado elecciones, se han liberado cientos de presos políticos, y se han emprendido reformas económicas para atraer la tan necesaria inversión extranjera.

Las reformas se están llevando a cabo a tal velocidad que ni siquiera los expertos sobre el país saben qué esperar. Los gastos en atención a la salud y educación se han duplicado, aunque se parta de una base baja. Se han flexibilizado las restricciones en materia de concesiones en varias esferas clave. El Gobierno incluso se ha comprometido a avanzar en la unificación de su complicado sistema de tipo de cambio”.

La mayoría de los birmanos siente que ha llegado el momento, y, que si los cambios se manejan adecuadamente, el buen rumbo del país no tendrá marcha atrás. La esperanza es palpable, pero al mismo tiempo y especialmente por parte de la comunidad internacional, debe imponerse la cautela.

Festival anual de la Pagoda
haung Daw Oo, situada en lago Inle.
Foto de Francesc Morera
La nueva Constitución
El primero de los puntos clave es que tras las elecciones del pasado 7 de noviembre de 2010 entró en vigor una nueva Constitución, aprobada en 2008, en un referéndum” marcado por el fraude y bajo las desastrosas secuelas del Ciclón Nargis, en el que murieron 140.000 personas y más de 3.000.000 fueron desplazadas.

En ella, los militares se reservan el 25% de los escaños en ambas cámaras del Parlamento así como posiciones ministeriales clave. Además les asegura el control del Gobierno gracias a la creación de la superpoderosa figura de Jefe de las Fuerzas Armadas, que podrá designar a varios ministros clave. Los escaños restantes serán los que estén en juego. Actualmente están ocupados por miembros simpatizantes del régimen vigente, en el caso del PDSU (Partido del Desarrollo y Solidaridad de la Unión) liderado por el moderado Thein Sein, primer ministro durante la última etapa del gobierno militar.

Como se requieren más de las dos terceras partes de los votos para cambiar la Constitución, la considerable presencia militar en el gobierno asegurará que el gobierno militar continúe pasadas las elecciones. Por ello, el temor de que estas pasadas elecciones fueran una pantomima estaba justificado. No obstante, a pesar de que el Gobierno que surgió está formado por miembros afines al régimen, está reflejando las preocupaciones de los ciudadanos de Myanmar mejor de lo que se podía esperar.

El segundo punto clave en estas elecciones es la oposición, precisamente porque no se puede decir que haya existido. Los movimientos opositores tienen poca libertad de maniobra aunque la oposición en Birmania está legalmente permitida “todo ciudadano tiene derecho a formar asociaciones y organizaciones”.

El más estable e importante de todos estos movimientos ha sido, tras más de 20 años de oposición continuada la Liga Nacional para la Democracia, liderada por Aung San Suu Kyi. Sin embargo, esta histórica formación estaba disuelta en las elecciones de 2010 ya que la Liga Nacional para la Democracia decidió no registrarse en señal de protesta por las leyes electorales, lo que supuso un “stand by” para la formación política.

Por tanto, es verdad que las elecciones fueron multipartidistas pero sin la presencia del principal grupo de la oposición, algo que según la revista británica The Economist demuestra que la liberación de Aung San Suu Kyi no significa libertad, sino “el paso hacia una prisión más amplia.

Últimas elecciones
En abril de este año hubo elecciones legislativas. Después de que la ley electoral fuera enmendada, Suu Kyi solicitó la legalización del LND para participar en las parciales de abril, consiguiendo su partido 40 de los 45 escaños en juego. Un resultado estupendo, si no fuese porque el Congreso consta de 440 escaños. Es decir, Suu Kyi liderará una oposición minúscula frente al 55% que es controlado por la lista oficialista PDSU, servil al régimen, y el 25% reservado a los militares. La LND no supondrá una molestia para el Partido del Desarrollo y Solidaridad de la Unión con mayoría absoluta ni tampoco para el presidente Thein Sein.

El puente U-Bein, de más de un
kilómetro de longitud, sobre el
lago Taungthaman, en Amarapura.
Foto de Francesc Morera
A pesar de parecer insignificante la victoria por tratarse de unas elecciones regionales, la noticia supone un gran avance en la política birmana, porque el parlamento ha sido controlado exclusivamente por los militares desde hace casi 5 décadas. El escaño obtenido y la relevancia internacional de Suu Kyi le han permitido tener varios encuentros en los últimos meses con líderes políticos mundiales y con el Presidente de la nación, durante los que se han intentado negociar numerosas medidas encaminadas a la democratización de la dictadura militar.

Birmania es hoy, en definitiva, una dictadura militar que está sufriendo cambios importantes, pero que de momento no dan muestra de una apertura democrática. La nueva constitución no ha supuesto un paso hacia la democratización, sino que ha consolidado a la Junta Militar en el poder, enquistando la dictadura. Para Paulo Pinheiro enviado de Naciones Unidas para los derechos humanos en Birmania, el proceso de democratización es en realidad “un proceso de consolidación de un régimen autoritario.

Las próximas elecciones generales de 2015 serán la clave para ver a dónde conducen tantas y tan aireadas propuestas de cambio y si el proceso democrático se afianza. Es bien seguro que el camino será abrupto pues el gobierno de Birmania tiene muchos frentes abiertos que hoy por hoy están pendientes de solucionar; entre otros, la compleja relación de guerra continuada con las minorías étnicas, que son un tercio de la población del país, y que según Win Min, analista birmano, es una de las razones por las que se mantiene el Gobierno militar, ya que el Gobierno civil es demasiado débil para “prevenir una potencial secesión de las minorías étnicas.

Por otro lado está la sombra de China, que no va a ayudar a fomentar la aparición de una nueva democracia “a la occidental” tan cerca de casa. Y además, la toma de control de los recursos cuyas ventas de derechos han generado miles de millones de dólares que han mantenido fuerte al régimen, aunque el pueblo birmano no sólo no se haya beneficiado sino que más bien, lo ha padecido.

Los principios democráticos deben ser fortalecidos en Birmania a través de elecciones libres y justas y un poder judicial independiente que vele por la norma de la ley, como manifestó recientemente Suu Kyi al respecto de la inversión extranjera: “Los potenciales inversores, por favor que se den por advertidos: ni la mejor ley de inversiones será de utilidad si no hay tribunales transparentes para administrar tales normas con justicia”, manifestó, “y hasta donde yo sé, no se han visto muchas reformas en el frente judicial”.

Tiempo al tiempo.

Gracias, Ana, por este artículo publicado en Gea PhotoWords.
Ana Belén Morales, es licenciada en Administración de Empresas por la Universidad de Málaga y Master en Dirección de márketing por la Escuela de Alta Dirección y Administración (EADA), en Barcelona. Viajera infatigable, ha recorrido varios países, centrando su interés en el Sudeste Asiático, Thailandia, India, Nepal, y especialmente en Myanmar (Birmania). Colaboradora habitual de foros dedicados a esta parte del mundo con categoría de master, ha publicado reportajes en revistas del sector de viajes como Viajar y Lonely Planet.

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