Había una vez un niño llamado Nyi Lay que vivía en el delta del Irrawaddy. Le gustaba ir a la escuela y jugar al fútbol con sus amigos. Sus papás trabajaban en el campo y también salían a pescar para que ni a él ni a sus hermanos les faltase alimento. Una tarde el viento empezó a soplar fuerte y el cielo se volvió gris. Nyi Lay corrió a refugiarse en su cabaña de bambú con el resto de su familia. El viento soplaba y soplaba y decidieron trasladarse a la casa de madera de unos vecinos. Los ríos se desbordaron y las olas chocaban contra la casa. Los más pequeños lloraban.

Finalmente paró de llover, llegó la mañana y el agua fue disminuyendo. Nyi Lay estaba triste y asustado, vio muchos cadáveres, incluso una serpiente muerta, pero no encontraba a sus padres por ninguna parte. Una familia se hizo cargo de él y supo por un monje que su hermana pequeña había sobrevivido. Un día unos chicos con camisetas rojas llegaron al pueblo distribuyendo ayuda y cuando conocieron su historia le dijeron que le ayudarían a buscar a su familia. Nyi Lay esperó impaciente durante días. Dos semanas más tarde regresaron al pueblo y le contaron que habían encontrado a su abuela, a su tía y a sus dos hermanas. Le pusieron un salvavidas y le llevaron en barco a reencontrarse con su familia. Nyi Lay sonreía por primera vez en muchos días.
En el delta del Irrawaddy hay miles de historias como la de Nyi Lay. Hasta el momento Save the Children ha registrado a más de mil niños que han perdido a sus familias. Cuando estuve en Labutta algunos de nuestros compañeros locales estaban recopilando las fotos de los niños en álbumes para ir preguntando por los pueblos intentando conseguir noticias de los familiares. Hasta el momento hemos conseguido reunificar a 45 niños con algún miembro de su familia.
Nyi Lay nos contaba que echa mucho de menos a sus padres y a sus hermanos, sobre todo a la hora de dormir pero está muy contento de haber encontrado a sus hermanas.
Sacado del Diario de una cooperante en Myanmar
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