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Suu Kyi viaja a Tailandia, la primera vez que deja Birmania en 24 años

miércoles, 30 de mayo de 2012

San Suu Kyi en el aeropuerto
internacional de Rangún
No pudo abandonar Birmania cuando su marido agonizaba de cáncer en Oxford. O mientras sus hijos crecían a miles de kilómetros de distancia. Tampoco para recibir el Premio Nobel de la Paz de 1991. Ahora, tras 24 años de espera, Aung San Suu Kyi ha salido al fin de su país natal, eligiendo como primer destino la vecina Tailandia.

La disidente pasó gran parte de los últimos años bajo arresto, dentro de una larga lucha por la democracia que empezó a dar sus frutos con las medidas aperturistas del régimen birmano y su liberación en noviembre de 2010. La disidente da ahora el paso definitivo hacia la libertad y mañana dará un discurso en el Foro Económico Mundial que se celebra en Bangkok.

La capital tailandesa será sólo el comienzo de una larga lista de viajes que el 16 de junio llevarán a Suu Kyi a Oslo para ofrecer, con dos décadas de retraso, el discurso de aceptación del Nobel. Las siguientes paradas están previstas en Londres, donde hablará ante el parlamento británico, y más tarde Naciones Unidas, en Nueva York. "No siento nada especial. Es parte de mi trabajo", decía la recientemente elegida parlamentaria birmana a la agencia Afp, antes de subirse al avión que la llevó a Tailandia.

Los años de encierro, el Nobel y su determinación ante los generales que han reprimido Birmania (Myanmar) desde 1962 han convertido a Suu Kyi en un icono internacional. A menudo conocida como la 'Mandela de Asia', la líder de la Liga Nacional para la Democracia ha encontrado un aliado inesperado en el presidente reformista Thein Sein. Los birmanos se encuentran ante su mejor oportunidad de lograr la democracia en más de cinco décadas.

No dejarla volver
Suu Kyi tuvo oportunidades de abandonar su país en varias ocasiones durante sus breves periodos de libertad. El Gobierno le concedió permiso para marchar cuando su marido, Michael Aris, agonizaba de cáncer en 1999. La Dama, como se la conoce en Birmania, decidió no aceptar una invitación envenenada: los generales planeaban no volver a dejarla entrar en un intento de quitarse de encima a la líder del movimiento democrático. "No puedo quejarme. Mi pueblo ha sacrificado mucho más que yo", diría Suu Kyi después en una entrevista con este corresponsal.

La disidente, de 66 años, no había dejado Birmania desde que llegó en 1988 para visitar a su madre enferma, dejando "temporalmente" su vida en Oxford con su marido y sus dos hijos. El régimen militar masacró a cientos de personas en las calles de Rangún poco después de su llegada y las escenas de la represión marcaron para siempre a la Premio Nobel.

Un mes después se dirigió a medio millón de birmanos concentrados a los pies de la pagoda de Shwedagon e invocó el nombre de su padre, el general y héroe de la independencia nacional Aung San, para prometer que no les abandonaría mientras no recuperaran la libertad. "No puedo, siendo hija de quien soy, permanecer indiferente", dijo entonces. Una promesa que ha mantenido durante los últimos 24 años.
 
Visto en El mundo y ABC.

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