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¿Dónde están ahora los soldados?

jueves, 8 de mayo de 2008

Otro reportaje de David Jiménez, desde Bangkok, publicado en El Mundo el 6 de mayo de 2008

En septiembre respondieron a los anhelos de democracia de su gente tomando las calles a tiros, pero ahora que los birmanos agonizan, sin agua potable ni comida, es difícil ver a los soldados del régimen. ¿Dónde están? Cuentan los vecinos de Rangún, la principal ciudad del país, que los pocos militares que se han dejado ver se han empleado con energía, sí, pero en limpiar los barrios donde los generales mantienes sus mansiones.

La tragedia de Birmania tras el paso del ciclón Nargis es doble porque a la devastación de la naturaleza se une al yugo de una de las dictaduras más corruptas, despóticas y crueles del mundo. Los generales han tardado tres días en aceptar ayuda exterior y, cuando lo han hecho, han puesto todo tipo de trabas a las ONG que tratan de entrar en el país. Los dictadores, atrincherados en su nueva capital de Naypyidaw, dejarían morir a miles de sus ciudadanos antes que ceder un milímetro en su neurótica concepción del poder.

Ningún país se merece una tragedia como ésta, pero Birmania aún menos. He aquí la que estaba destinada a ser la joya del sureste asiático, el país más educado y próspero de la región hasta que la Junta tomó el poder en 1962. Casi cinco décadas de dictadura después, los birmanos sobreviven en uno de los 10 países más pobres del mundo, con el peor sistema sanitario del continente y media población viviendo con menos de un dólar al día.

La Revolución del Azafrán, liderada el pasado mes de septiembre por los monjes budistas, fue un intento de desembarazarse de quienes han llevado al país a la ruina. Enfrentados ante las opciones de perder el poder o masacrar a su pueblo, eligieron la segunda. Nadie esperaba otra cosa de ellos.

La revuelta ha sido rápidamente olvidada, Naciones Unidas sigue enviando a su mensajero de la paz, humillado en cada visita por los militares, y Occidente vuelve a mirar a otro lado. Nadie pregunta ya por los muertos de septiembre o por los miles que han sido enviados a prisión. El ciclón Nargis, con toda su tragedia, promete devolver Birmania a los titulares durante unos días. ¿Hasta cuándo? Con suerte, su rato de actualidad durará esta vez hasta la próxima semana. Después, el olvido de siempre.

La tragedia de los birmanos es que se saben abandonados por sus líderes y por la mal llamada comunidad internacional. Acostumbrados a salir adelante por sí mismos, volverán a construir sus casas y levantar sus pequeños negocios. La verdadera reconstrucción, sin embargo, tendrá que esperar a que escampe una dictadura que ha causado daños muchos más permanentes y profundos que el ciclón Nargis.

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