- No habrá ni observadores internacionales ni presa extranjera
- Hay poca esperanza de cambio tras la cita electoral
Son 50 años de dictadura tras los que la población de Myanmar, más que a nada, está acostumbrada a las órdenes a través de gritos de los soldados que vigilan sus calles.
Ahora que este 7 de noviembre el país está a punto de celebrar las primeras elecciones parlamentarias en 20 años, esos gritos se han convertido en un poco habitual: “¡vota!” para completar lo que la Junta ha calificado como el último paso de su “Hoja de ruta hacia la democracia”.
Pocas esperanzas de cambio
Con un contexto así, el domingo Birmania celebra una cita electoral que para algunos es un “hito democrático” mientras que, desde fuera, no es más que un proceso que deja aún mucho que desear.
Pero esta sensación también se vive dentro del país. De hecho, uno de los partidos que no se presenta es el disuelto partido de la Liga Nacional por la Democracia, de la Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi, quien cumple, en teoría, sus últimos días de su arresto.
El motivo es que son muchos los que ven pocas esperanzas en unos comicios en los que los grandes protagonistas son dos partidos: el Partido para la Solidaridad y Desarrollo de la Unión (creado por el régimen y con una estructura de un temido grupo paramilitar) y el Partido de Unidad Nacional (seguidor del dictador ya fallecido Ne Win).
A ello hay que sumarle que cerca de dos millares de oficiales del Ejército renunciaron a sus uniformes y pasaron a ser candidatos o liderar estos dos partidos que, por cierto, son financiados por el gobierno birmano, y que han logrado eclipsar a las otras 35 formaciones que se presentan.
Todo esto lo que refleja es una fuerte “ansia” del ejército por mantenerse en el poder, proteger sus intereses económicos y no cumplir la obligación que determina que a los 60 años deberán jubilarse los altos mandos.
¿Qué piensa la población?
Pero es que además el país no parece ir a celebrar unas elecciones. Si en el mundo son habituales las encuestas, que en muchos casos son una antesala segura de los resultados, en Myanmar no se sabe qué harán los cerca de 29 de millones de personas que están llamadas a votar.
No hay ninguna encuesta, no hay entrevistas concedidas libremente y casi no hay carteles con los líderes de la campaña.
Y la población es consciente de ello. "En vez de unas elecciones, estamos viendo una carrera de dos carrozas con generales de un bando y otro”, asegura Tun, estudiante de medicina de la Universidad de Mandalay y quien por seguridad prefiere no dar su nombre completo.
El motivo de que no quiera hacerlo es, como para la mayoría, el miedo a la represión posterior. Por ello, seis guerrillas birmanas se han aliado, mediante la firma de un pacto, para ayudarse en el caso de que el régimen militar lance una ofensiva tras las elecciones.
Pero, sobre todo, su objetivo es el de proteger a etnias minoritarias (que son el 40% de la población). Éstas han sido apartadas del proceso electoral por el régimen del general Than Shwe, quien, además, durante muchos años ha estado al frente de las operaciones contra las guerrillas.
La Junta también se ha servido de las nuevas tecnologías para impedir el flujo informativo. Si ya era difícil navegar por Internet, ahora lo es más ya que permanece prácticamente bloqueado. Las autoridades han ordenado cerrar todos los cibercafés este fin de semana y, según fuentes de la disidencia, agentes vestidos de paisanos y de budistas vigilan la disidencia.
Las comunicaciones por teléfono también están restringidas a través de una limitación del acceso a las tarjetas SIM y encareciendo hasta en un 66,6% las llamadas internacionales, según ha informado el Ministerio de Comunicación, Correo y Telégrafos.
Además, ni periodistas extranjeros ni observadores internacionales tienen autorización para cubrir las elecciones, algo que no hace más que incrementar las denuncias por falta de transparencia.
Los grandes ausentes
El caso es que tras las elecciones, sea o no la voluntad de los ciudadanos, más de 100 asientos en el Parlamento (de los 450 que están en juego) estarán ocupados por miembros del ejército ya que la Constitución del país lo determina así.
Por ello, y si el elegido es uno de los dos grandes partidos, la combinación parlamentaria volvería a dejar un panorama político semejante al actual que tendría la capacidad del veto legislativo.
Esto ha hecho que el partido de Suu Kyi no se presente y llame al boicot de estas elecciones en las que aún tienen muy presente lo que ocurrió en el año 1990.
Fue entonces cuando este partido se alzó como vencedor frente a los militares que en la actualidad gobiernan Birmania. La Liga Nacional para la Democracia (LND) se hizo con el 59,87% de los votos y alcanzó la mayoría absoluta en el Parlamento.
Pero, pese a esta victoria, no lograron ejercer su cargo ya que el régimen optó por acosar y encarcelar a la disidencia. Fue entonces cuando Suu Kyi pasó a estar bajo arresto domiciliario.
Pero no sólo para este partido aquel año estará presente este 7 de noviembre. Son muchos los votantes, como este anónimo, que lo ven innecesario: "¿Qué si votaremos? No. Ya votamos a quien queríamos, Aung San Suu Kyi, hace 20 años. Ya es suficiente. ¿Qué ganamos votando ahora?",
Desafortunado titular y no muy afortunado texto vistos en RTVE.
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