Birmania ha sorprendido al mundo con sus rápidas reformas. Fotografía: Laura Villadiego |
Durante los últimos meses, se ha especulado sobre la posibilidad de que Birmania se esté encaminando hacia una democracia. Los cambios emprendidos desde la toma de posesión del presidente Thein Sein en marzo de 2011 han despertado muchas esperanzas sobre un país que ha estado controlado por gobiernos militares desde 1962. El entusiasmo es tal que los países occidentales ya han empezado a levantar algunas sanciones y esperan con impaciencia las próximas elecciones parciales del 1 de abril para anular las medidas totalmente y poder entrar en el jugoso mercado birmano.
Pero los entusiastas se han olvidado de un punto fundamental: el marco legal en Birmania no es democrático y su rigidez, es decir, los numerosos requisitos necesarios para modificarlo, no invitan al optimismo. Me centraré exclusivamente en la principal ley del país, su Constitución, aprobada en referéndum en mayo de 2008 (tan solo unos días después del devastador ciclón Nargis).
En primer lugar, quizá habría que determinar cuáles son los elementos indispensables de una democracia. Existen muchas interpretaciones diferentes, pero a menudo el concepto se entiende de forma muy similar a cómo Robert Dahl definió la poliarquía[1]; como un sistema en el que los ciudadanos pueden formular y expresar sus preferencias, conseguir que esas preferencias sean consideradas por igual, y que se declare vencedora la preferencia con mayor número de votos. Para conseguir tal sistema político son necesarias una serie de garantías, como libertades de asociación y reunión, el derecho al sufragio activo y pasivo, la existencia de órganos de fiscalización de las políticas públicas o la celebración de elecciones periódicas libres y justas, que produzcan mandatos limitados, entre otras. Es una definición bastante vaga, pero puede servir de base.
En el caso de Birmania, quizá sea necesario especificar además cuál debe ser el rol del ejército. En este sentido, uno de los autores que más ha influido en la literatura posterior ha sido Samuel Huntington, quien aseguró en su El soldado y el Estado, que “la política está fuera del alcance de las competencias militares y la participación de oficiales militares en política socava su profesionalismo”[2].
La democracia disciplinada birmana
Sobre estas bases, se puede analizar el “sistema democrático multi-partido genuino y disciplinado”, o democracia disciplinada que decimos para acortar, establecido por la Constitución de Myanmar, como se conoce oficialmente al país. Comencemos con la formulación de preferencias, que resumiremos en un concepto muy concreto: ¿tienen todos el mismo derecho al sufragio? Seguro que la respuesta no sorprende: NO. En cuanto al derecho de sufragio activo, es decir, eso de meter el voto en la urna, la Constitución establece una serie de grupos que no pueden ejercerlo:
- miembros de órdenes religiosas (la Constitución se aprobó en 2008, solo un año después de la Revolución Azafrán que fue liderada por los monjes)
- personas cumpliendo penas de prisión
- personas declaradas perturbadas mentales por un tribunal
- personas que no han sido declaradas libres de insolvencia
- personas descalificadas por la ley electoral
Algunas de estas restricciones se aplican también en países considerados democráticos, aunque Myanmar deja la puerta abierta a descalificar a más personas por la ley electoral. Lo mismo ocurre con el sufragio pasivo, o derecho a ser elegido, al que se añaden otras limitaciones suplementarias para aquellas “personas que deban lealtad a gobiernos extranjeros o disfruten de sus derechos y privilegios” o para algunos funcionarios. En el caso de la elección del Jefe de Estado, ahora mismo Thein Sein, las restricciones se amplían a aquellos que tengan relación de parentesco con alguien con nacionalidad extranjera. La líder de la oposición, Aung San Suu Kyi, por tanto, sigue sin poder ser presidenta puesto que sus hijos tienen la nacionalidad británica. Ha sido el cambio de la ley de partidos, no de la Constitución, lo que le ha permitido presentarse a un escaño al parlamento, pero hasta que la Constitución no cambie, no podrá aspirar al mayor puesto ejecutivo.
¿Y qué pasa con eso de que las preferencias sean consideradas por igual y que venza la que tenga mayores votos? Pues que tampoco se cumple. Ya hemos visto que no todo el mundo tiene derecho de sufragio y hay además una persona cuyo voto cuenta mucho más que el del resto: el Jefe de las Fuerzas Armadas, actualmente el general Min Aung Hlaing, quien puede elegir a dedo un 25 por ciento de los escaños de todas las cámaras. Este es el punto más problemático de la Constitución y así lo manifestó Suu Kyi ayer en el primer discurso televisado de su campaña.
Por supuesto, esto nos lleva directamente a la siguiente cuestión: los militares participan activamente en asuntos políticos. Y no solo en los Parlamentos, sino que la Constitución les otorga otras competencias, como en la elección del Jefe de Estado o en la designación de los ministros de Defensa, Asuntos Internos y Fronteras, a través, de nuevo, del Jefe de las Fuerzas Armadas. Además, la Constitución establece que el Jefe de las Fuerzas Armadas será designado por el presidente, pero no establece ningún mecanismo para revocarlo, por lo que se convierte en una figura suprema.
Hay más elementos de la Constitución que podrían incluirse, pero solo estos ya demuestran que, por muy buena voluntad que tenga Thein Sein o mucha habilidad política tenga Suu Kyi, la opinión del ejército sigue siendo fundamental. Además, como he dicho al principio, la Constitución es muy rígida. Para cambiar la mayor parte de sus artículos es necesaria la aprobación de más del 75 por ciento de la cámara. Como los militares tienen reservado automáticamente un 25 por ciento, todo debe pasar por ellos. Por supuesto, cualquier cambio en la cuota asignada al ejército también debe ser aprobada por esta mayoría super-absoluta.
Pero tampoco hay que ser agoreros. La situacion de los derechos humanos en Birmania ya ha mejorado notablemente (de realmente mala a bastante mala) y la Constitución tiene algunos elementos positivos, empezando por el simple hecho de establecer un marco legal supremo, que desde 1988 había quedado en suspenso. Hasta hace poco Birmania fue, junto al Reino Unido, uno de los dos únicos países sin carta magna escrita. Introduce además elementos importantes, como un teórico habeas corpus, la irretroactividad de las leyes o los parlamentos regionales, que podrían ser útiles en un futuro para manejar un país con tantas nacionalidades diferentes. Ninguna democracia se construyó en dos días, aunque es mejor ser prudente; Asia es especialista en quedarse a mitad de camino.
[2] Samuel Huntington – El soldado y el estado. Teoría y política de las relaciones cívico – militares (Belknap Press, 1957)
Artículo de Laura Villadiego en Miradas de Internacional (vía Facebook).
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