“¡Guardia! ¡ Guardia!” grita un prisionero en medio de la noche.
El grito significa que el prisionero tiene un problema de salud, una emergencia sanitaria, y que necesita ayuda con urgencia -normalmente se trata de un preso político, puesto que los presos comunes no se atreverían a gritar a un guardia.
Normalmente, al poco, aparece un guardia con un aparato para medir la presión sanguínea del preso y, si hay suerte, le deja algo de medicación básica. No importa cuan serio sea el problema, la rutina es siempre la misma.
Bo Bo Oo, un antiguo preso político liberado el pasado septiembre tras más de 20 años en prisión, recuerda como llamaba a gritos a los guardias cuando alguno de sus compañeros presos tenía problemas de salud.
Luchó contra el asma en la prisión durante 1990 y 1991. Tras indicarle sus problemas de respiración al doctor de la prisión, lo único que recibió fue un examen superficial y unas tabletas de paracetamol que no aliviaron su asma.
“Para el dolor de cabeza, la fiebre, el dolor de estómago... la única medicina que daban a los presos era paracetamol,” dice. “Cuando los presos tenían problemas de vista, no recibían gotas para los ojos y tenían que proteger sus ojos con pieles de plátanos.”
La semana pasada, una presa política de 38 años de edad murió por un ataque al corazón en la infame prisión de Insein, atrayendo la atención sobre el pésimo servicio de salud de las prisiones en Birmania.
El departamento de prisiones de Birmania tiene 34 doctores, 19 asistentes médicos y 22 enfermeras para un total de 248.664 presos y detenidos en 42 prisiones y 109 campos de trabajo, según el director de prisiones Zaw Win, quien proporcionó estos datos durante una reunión de trabajo sobre salud en las prisiones el pasado noviembre. Según estos datos, hay un doctor para cada 7.314 presos.
“Con este porcentaje de presos y personal médico, no todo el mundo puedo recibir atención médica,” dijo un doctor de Rangún al oír las estadísticas.
Otro oficial de prisiones ha confirmado que hay una seria escasez de personal médico entrenado y que muchos guardias solo han recibido un entrenamiento médico básico para su trabajo en el servicio de salud de las prisiones. Normalmente reciben un cursillo sobre como poner inyecciones y como dar medicinas básicas, pero no están preparados para dar cuidados profesionales.
“Todo lo que pueden hacer es tratar algunos problemas de salud y dolencias menores. No pueden hacer más,” dice el doctor de Rangún.
Muchos presos se deciden por la medicina tradicional y por remedios de hierbas, dice un antiguo preso político arrestado durante las manifestaciones de 2007.
“Durante las visitas familiares, muchos pasan paquetes llenos de medicinas tradicionales. Nos hemos tratado los unos a los otros con esas medicinas,” dijo.
Según un antiguo preso político, el servicio de salud fue mucho peor hasta finales de 1999, cuando el Comité Internacional de la Cruz Roja (ICRC) recibió permiso para visitar las prisiones birmanas. El ICRC comenzó proveyendo gran cantidad de medicinas a los hospitales de las prisiones, haciendo así posible a los doctores el dar la medicina adecuada para cada enfermedad. Pero ese tiempo fue corto, pues se denegó el acceso del ICRC al sistema de prisiones en 2005 cuando al parecer el gobierno pidió a los oficiales del ICRC que fuesen acompañados de miembros de organizaciones del gobierno durante sus visitas a prisión.
El ICRC dejó de proporcionar medicinas a las prisiones, pero aún proporciona apoyo financiero a los familiares, según la Asociación para la Asistencia de Presos Políticos en Birmania (AAPP).
Como con muchos otros problemas en Birmania, es difícil conseguir una imagen correcta del tema de la salud en las prisiones. Las condiciones difieren de una prisión a otra y de un superintendente de prisión a otro, según Bo Kyi, el secretario adjunto de la AAPP. “Las emociones y personalidades de los jefes de prisión importan más que las políticas,” dijo.
Bo Kyi dijo que los presos políticos generalmente reciben mejor tratamiento de salud en prisión que los presos comunes, pero puede ser un desafío mayor para ellos el conseguir el tratamiento si se trata de un problema de salud serio. Normalmente los presos pueden sobornar a los oficiales y así conseguir un tratamiento del exterior, pero la decisión de que un preso político consiga tratamiento exterior puede requerir la aprobación de un militar oficial de alto rango y este proceso puede ser lento y frustrante.
“Un preso político, Hla Myo Naung, perdió la vista en un ojo,” dijo Bo Kyi.
“Cuando su familia pidió posteriores tratamientos médicos para su otro ojo, que estaba empeorando, se le negó este tratamiento y fue transferido a la prisión de Myitkyina, a 1.470 km de Rangún.”
Según la AAPP, la tuberculosis, la malaria, la diarrea, el VIH y los problemas de corazón son las enfermedades más comunes entre los presos. No hay medidas de prevención de cara a reducir las infecciones entre los presos. Los presos comunes que no tienen medios se llevan la peor parte de este servicio médico. Muchos nunca reciben visitas de miembros de su familia, no reciben suficiente comida y realizan trabajos forzados aún estando enfermos.
En el año 2000 la Organización Mundial de la Salud situó a Birmania en el puesto 190 de 191 países miembros con peores servicios médicos -esto es, el segundo peor país del mundo. En 2006 el gobierno militar gastó el 2,3% del producto interior bruto en el sistema nacional de salud.
Con una atención tan pobre cada vez habrá más presos en Birmania que griten enfermos pidiendo a los guardias que les alivien sus dolencias -casi siempre en vano.
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