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El largo camino hacia la democracia en Birmania

miércoles, 23 de febrero de 2011

Otra larga, larguísima, e interesante entrada, extraída del blog de Carlos Sardiña, El gran juego.
Al igual que la anterior entrevista a U Win Tin, el original se presentaba en dos partes (I y II), pero nosotros lo hemos aunado en esta entrada.



Tres mujeres en la sede de la LND en
Rangún bajo un retrato de Aung San,
padre de la independencia birmana (C.S).
El Gobierno nos vigila constantemente y nos siguen cada vez que salimos de aquí. Pueden detenernos cuando quieran, ni siquiera les hace falta inventarse una excusa, pero nosotros seguimos viniendo”, nos contaba hace un mes U Hla Min en la sede de la Liga Nacional para la Democracia, el partido de Aung San Suu Kyi, en Rangún. Los espías que vigilan continuamente y sin ningún disimulo desde un restaurante situado frente al pequeño y algo destartalado edificio confirman las palabras de este veterano miembro del partido. Pese a todo, el principal partido de la oposición birmana parece estar más vivo que nunca, aunque el Gobierno lo declaró ilegal cuando sus dirigentes se negaron a volver a registrarlo en mayo en unas condiciones que consideraban inaceptables, tal y como nos comentaba uno de ellos, U Win Tin, y podría disolverlo y encarcelar a sus miembros en cualquier momento.

La sede de la LND está sumida en una actividad frenética a lo largo de todo el día, sobre todo desde que Aung San Suu Kyi fue puesta en libertad el pasado 13 de noviembre tras siete años de arresto domiciliario. Además del ir y venir constante de periodistas y diplomáticos extranjeros, acuden a la sede numerosos birmanos para expresar su apoyo al partido y a su líder, la “dama. El edificio se ha convertido en un punto de encuentro de ciudadanos de todas las clases sociales, edades y profesiones, que proceden de casi todos los puntos del país y comparten al menos una cosa: su oposición al brutal y cleptócratico régimen de la Junta Militar. Muchos acuden a aportar donaciones o a ofrecer su ayuda, otros porque, simplemente, se sienten más libres allí que en cualquier otro lugar para expresar sus opiniones.

Las imágenes de Aung San Suu Kyi y su padre, Aung San, padre de la independencia de Birmania y fundador de su ejército, son omnipresentes en el viejo y pequeño edificio de la calle Shwegondaing. La “dama es en gran medida el motor y el alma de la LND, hasta el punto de que muchos de sus miembros y partidarios parecen serle más fieles a ella que a una ideología o un “programa” concretos. “Los jóvenes creen en ella y la llaman ‘madre’. Muchos la consideran su salvadora, la única persona capaz de conseguir la democracia para este país. Nuestra juventud carece de perspectivas de futuro y eso es precisamente lo que ella le ha dado: esperanza”, nos cuenta U Tin Oo, vicepresidente del partido.

U Tin Oo (C.S.)
U Tin Oo, un antiguo general del Tatmadaw, las fuerzas armadas birmanas, de 83 años de edad, llegó a ocupar el puesto de comandante en jefe del ejército antes de que le expulsaran en 1976. Al año siguiente le acusaron de alta traición por su presunta participación en un golpe de Estado contra el general Ne Win, el dictador que ocupaba el poder desde 1962, y le condenaron a siete años de trabajos forzosos. En 1980 se benefició de una amnistía general y fue excarcelado, tras lo cual comenzó a cursar la carrera de Derecho.

En 1988 se produjeron una serie de revueltas populares que supusieron un punto de inflexión en la historia de Birmania. “Entonces muchos veteranos del ejército e incluso algunos militares en activo me pidieron que me uniera a la rebelión, así que juntos formamos una asociación de veteranos que se oponían al régimen”, nos cuenta U Tin Oo. La oposición fue convirtiendo poco a poco en su líder a Aung San Suu Kyi, que se encontraba en el país cuidando de su madre enferma tras haber vivido casi toda su vida en el extranjero. U Tin Oo y su organización comenzaron a reunirse con ella, decidieron aunar fuerzas y fundar la Liga Nacional para la Democracia. Finalmente, las revueltas precipitaron la caída del general Ne Win y su régimen pseudosocialista, pero no la del Ejército. Una Junta Militar asumió el poder del país y se ha mantenido en el poder desde entonces reprimiendo cualquier tipo de disidencia con la misma brutalidad que el régimen anterior.

Casi todos los dirigentes de la LND han pasado gran parte de los últimos veinte años en la cárcel y U Tin Oo no es la excepción. Estuvo encarcelado entre 1989 y 1995 y en 2003 cumplió una condena de arresto domiciliario que no finalizó hasta el pasado mes de febrero. Sin embargo, al igual que sus compañeros, nunca se ha rendido y no tiene ninguna intención de hacerlo ahora. “Sostenemos que somos un partido político legal, pero sabemos que van a rechazar nuestras alegaciones en cuanto entre en vigor la nueva Constitución”, y nos explica los planes del partido para cuando llegue el momento de la disolución: “Estamos decididos a sobrevivir, por lo que estamos estudiando la manera de crear una red política que nos permita continuar trabajando. Muchos nos estamos haciendo viejos, así que un día le pasaremos el testigo a los jóvenes para que se ocupen de dirigir esa red política que luche por la democracia”.

Varios miembros de las Juventudes de
la LND esperan a que salga Aung San
Suu Kyi de la sede del partido en
Rangún (C.S.).
Días después de esas declaraciones, Aung San Suu Kyi congregó a varios miembros de las juventudes de la LND y de otros partidos y organizaciones sociales para animarles a crear una red juvenil que intercambie información e ideas y trabaje por el bien del país. La red no tardó en formarse, pero la colaboración entre las diferentes organizaciones está resultado más difícil de lo esperado debido a los recelos mutuos. En cualquier caso, la líder de la LND declaró recientemente que la LND no tiene prevista una sustitución a corto plazo de los veteranos integrantes del Comité Central del partido por afiliados más jóvenes. Algunos miembros del partido llevan algún tiempo pidiendo que se confiera a sus miembros más jóvenes mayores responsabilidades y más voz a la hora de tomar decisiones.

La seguridad de la “dama”
A pesar de todo, el sentimiento que predomina en la LND es de euforia por la liberación de Aung San Suu Kyi, una euforia que sólo se ve empañada por el temor de que pueda sufrir un atentado. En la memoria de todos está la matanza de Depayin, uno de los días más negros del partido. El 30 de mayo de 2003, durante una gira por la división de Sangaing en la que Aung San Suu Kyi y U Tin Oo eran recibidos por multitudes en pueblos y ciudades, centenares de matones contratados por el Gobierno y armados con palos y cuchillos tendieron una emboscada y perpetraron un brutal ataque contra la caravana en la que viajaban. Aunque los guardaespaldas y chóferes lograron evacuar a los dos dirigentes, dejaron tras de sí decenas de muertos asesinados a golpes. Según algunos cálculos, la cifra podría superar los setenta, pero nadie lo sabe con seguridad, ya que el Gobierno birmano nunca ha investigado los hechos. Después de aquello, con la excusa de “protegerla, la Junta Militar volvió a condenar a Aung San Suu Kyi a un arresto domiciliario que se prolongaría hasta noviembre. Además, cerró todas las sedes del partido y encarceló a muchos de sus dirigentes.

U Win Htein, el actual encargado de la seguridad de Aung San Suu Kyi, se enteró de la noticia de la matanza de Depayin en su celda de la prisión de Insein en Rangún. Este antiguo militar de carrera ha pasado diecinueve de los últimos veinte años en la cárcel. En 1989 le condenó un tribunal militar en un juicio a puerta cerrada en el que ni siquiera tuvo abogado. Cumplió una condena de seis años, pero en 1996 volvieron a condenarle a siete años de cárcel por conceder una entrevista a la televisión pública australiana y a siete más por sabotear la política agraria del Gobierno, ya que había organizado una reunión entre Aung San Suu Kyi y una asociación de agricultores, que se quejaban de que el Gobierno les obligaba a cultivar durante el verano, cuando tienen que comprar el agua a un precio muy alto. Le redujeron la condena por buen comportamiento y le excarcelaron un día de septiembre de 2008, pero aquella misma noche concedí una entrevista a la BBC en la que denuncié las injusticias y la falta de derechos en Birmania y al día siguiente volvieron a encerrarme. En total estuve en libertad diecisiete horas”.

U Win Htein, izquierda, es recibido
por U Tin Oo en la casa de este
último en Rangún pocos días
después de su liberación en febrero
de 2010 (AP/Khin Maung Win).
U win Htein cumplió su condena íntegra, más dos meses, ya que el juez estaba enfadado conmigo, y salió de la cárcel en julio del año pasado. Cuando recobró su libertad, U Tin Oo, su antiguo oficial al mando en el ejército, le ofreció el cargo de jefe de personal de Aung San Suu Kyi. “Yo no quería encargarme de su seguridad, pero ella me pidió que lo hiciera y no pude negarme –nos cuenta–. Sé que no soy un líder político, pero tengo aptitudes como organizador y mi deber es hacer lo que pueda, por eso trabajo para ella.”

Organizar su seguridad es una pesadilla, allá donde va está rodeada de gente, para protegerla no contamos más que con jóvenes que forman uno o dos anillos alrededor de ella con los brazos entrelazados”, continúa. Los guardaespaldas de Aung San Suu Kyi, la única dirigente del partido que dispone de una escolta, son voluntarios de las juventudes a los que se investiga cuidadosamente. “Reclutamos a la gente en los barrios y los pueblos. Elegimos a veinte jóvenes cada mes que van rotando en turnos de dos meses. No les entrenamos, pero cada vez que se produce un incidente nos reunimos y hablamos de cómo mejorar la seguridad.” Puesto que no pueden llevar armas, “han de protegerla con sus cuerpos. Si alguien intenta dispararle, son ellos los que tienen que recibir la bala, y sólo pueden permitir que la hieran si han caído ellos antes. Son jóvenes con una fe y una devoción absolutas por ella”.

La Liga Nacional para la Democracia birmana no es sólo un partido político, también es una organización de asistencia social. Muchos de sus afiliados también son voluntarios que trabajan cuando pueden en los diferentes programas que organiza el partido y, sobre todo, sus Juventudes, bastante activas en el ámbito social. Gran parte de esas actividades se desarrollan en la sede central del partido en Rangún, pero muchas otras tienen lugar en las sedes de los distritos y los pueblos o en pisos particulares de algunos de sus miembros. El objetivo último es tanto social como político: construir una sociedad civil fuerte que cumpla las funciones de un Estado que prácticamente no presta ningún servicio a sus ciudadanos.

El programa de mayor envergadura de la LND probablemente sea el de prevención y ayuda a enfermos de sida. Se calcula que en Birmania hay unos 240.000 portadores del VIH. A finales de 2008 Médicos Sin Fronteras lanzó la voz de alarma y avisó de que necesitaban retrovirales urgentemente unas 76.000 personas, pero sólo los recibían un 20 por ciento de ellas. En un país en el que el Gobierno sólo dedica al año a la atención sanitaria unos setenta céntimos por habitante y unos escasos 200.000 dólares anuales a la lucha contra el sida, la ayuda de un partido con los escasos recursos de la LND no puede ser más que una gota en el océano, pero eso no la hace menos imprescindible para las personas que se benefician de ella.

Una mujer lee en la sede de la Liga
Nacional para la Democracia en
Rangún (C.S.).
El programa tiene dos vertientes: una de tratamiento y asesoramiento para seropositivos y otra de educación y prevención. En la primera, el partido facilita los retrovirales a los portadores del VIH cuando dispone de ellos o les proporciona alojamiento en Rangún cuando viven fuera y tienen que viajar a la ciudad y esperar a que se los administre el Gobierno en uno de los tres únicos hospitales de todo el país que lo hace. En ambos casos, los pacientes acuden a una de las sedes de distrito de la LND en Rangún, dónde a veces llegan a pernoctar durante semanas hasta noventa personas a la vez. Para ello necesitan permisos de residencia que las autoridades conceden y renuevan semanalmente. Pero el Gobierno también utiliza esos permisos como instrumento de castigo: poco después de recibir la visita de Aung San Suu Kyi decidió dejar de renovarlos durante un tiempo.

Para el programa de prevención cuentan con una sección de educación entre iguales. En esta sección, tras recibir un curso de formación de ONUSIDA, los voluntarios hablan con personas de su mismo género, edad y condición social para explicarles cómo prevenir la enfermedad. En muchos casos también aconsejan a enfermos sobre la manera de seguir sus tratamientos y cuidarse. Los voluntarios también visitan a trabajadores del sexo para convencerles de que obliguen a sus clientes a usar el preservativo. El programa comenzó su andadura en 2002 y cuenta con el asesoramiento de diversos organismos internacionales. En la actualidad trabajan en él tres personas, dos chicos y una chica, en todo Rangún y se benefician de él unas tres mil personas.

Phya Phya Thin (izquierda),
voluntaria de la "sección de
educación entre iguales" asesora a
una enferma de Sida en la sede
de la LND en Rangún (C.S.).
Todo esto nos lo explica U Hla Min, un hombre amable y hospitalario que ha dedicado su vida al partido desde el momento de su fundación y que en la actualidad desempeña tareas administrativas y a menudo se ocupa de recibir a los periodistas y facilitarles la información que necesiten. Después de trabajar como funcionario durante años, participó en las revueltas de 1988, se afilió al partido y en 1990 fue elegido en unas elecciones que la LND ganó por una amplia mayoría y cuyos resultados la Junta militar siempre se ha negado a aceptar. Como a tantos otros de sus compañeros, los militares encarcelaron a U Hla Min tras aquella victoria, siete años y seis meses en total. En la celda contigua a la suya estaba encerrado Bo Kyi, el secretario de la Asociación de Asistencia a los Presos Políticos de Birmania, al que entrevistamos algunas semanas antes en la localidad tailandesa de Mae Sot, y que con el tiempo llegaría a ser uno de sus mejores amigos. Así se forjan muchas amistades profundas entre los activistas birmanos: compartiendo penalidades y lucha en la cárcel.

Tras salir de prisión, el régimen le retiró su pensión, por lo que depende de la ayuda económica de su familia. Es el primogénito de su familia y nunca se ha casado para poder mantener a sus hermanos y enviarles a la universidad. Ahora, a sus 71 años, son ellos los que se ocupan de él: vive en casa de su hermano con su cuñada, su sobrina y su hermana, también soltera. “Así es como funciona la sociedad birmana, nos apoyamos los unos a los otrosnos cuenta–. Por lo demás, mi familia me apoya incondicionalmente y está muy orgullosa de que trabaje en la LND.”

U Hla Min (C.S.).
U Hla Min también nos habla de las fuentes de financiación del partido. “Antes podíamos recibir donaciones, en cuyo caso extendíamos un recibo, pero desde el 29 de marzo ya no podemos hacerlo debido a nuestra incierta situación legal. El partido no puede pagarnos nada, somos nosotros los que debemos cubrir todos los gastos.” Como cualquier organización política, la LND tiene prohibido recibir dinero del extranjero, por lo que su situación económica es sumamente precaria. En muchos casos depende de la generosidad de simpatizantes, como la dueña del edificio en el que se encuentra la sede, que sólo les cobra gastos como la electricidad o el agua en un barrio en el que hay varias embajadas extranjeras y los precios de los alquileres son exorbitantes.

Para financiar sus programas sociales la LND organizó entre el 2 y el 4 de enero un mercadillo en el que se vendían postales de pinturas de la propia Aung San Suu Kyi, retratos de ella y su padre, vestidos tradicionales o artesanía elaborada por miembros del partido. La recaudación total ascendió a unos 20 millones de kyats (alrededor de 17.000 euros).

Una parte de ese dinero se destinó al programa de asistencia a los presos políticos del partido, que dirige U Nine Nine, un hombre que conoce bien las cárceles birmanas, ya que ha estado diecisiete años encerrado en ellas. Este antiguo hombre de negocios ya había acumulado una pequeña fortuna como representante de una empresa australiana en Birmania cuando se unió al movimiento por la democracia y al partido en 1988. También fue elegido diputado en las elecciones de 1990 y fue encarcelado poco después acusado de alta traición: Ninguno de nosotros había hecho nada ilegal, pero el Gobierno se inventó toda clase acusaciones para encerrarnos.

U Nine Nine (C.S.).
Lo primero que hice al salir de la cárcel hace dos años fue acudir a esta sede para ponerme a trabajar para la LND lo antes posible, nos cuenta. Desde entonces se dedica a elaborar las listas de presos, recaudar el dinero para ayudarles a sobrevivir y llevar la contabilidad del programa. La LND proporciona una asistencia económica de cinco mil kyats mensuales (unos cuatro euros) a seiscientos presos políticos. También ayudan a las familias para que puedan seguir llevando a sus hijos al colegio.

Aparte de estas actividades, las Juventudes del partido han abierto recientemente una escuela en un barrio desfavorecido de Rangún y organizan cursos de inglés. “Además de enseñar inglés a mis alumnos, trato de fomentar el pensamiento crítico y el debate. El sistema educativo birmano es pésimo. No se enseña a los alumnos a pensar, sólo a memorizar lo que dicen los profesores”, nos cuenta Aye Aye Nyein, una de las profesoras de inglés, que además ejerce las funciones de recepcionista en la sede del partido.

Esta licenciada en Informática de 29 años se afilió a la LND después de participar en la famosa Revolución de Azafrán” de 2007 y tras ser alentada por su padre, afiliado desde hace años. Cuando le preguntamos si ha tenido algún problema con las autoridades por sus actividades políticas responde sonriendo que todavía no. Según ella, la mayoría de los jóvenes no se atreve a hacer política en su país porque cualquier tipo de disidencia está totalmente prohibida, pero “pero muchos realizan trabajos sociales y ambas cosas están íntimamente relacionadas”.

Aye Aye Nyein (C.S.).
No es fácil disociar ambas actividades y el partido no tiene intención de prescindir de ninguna de ellas. U Tin Oo, U Win Tin y otros miembros del Comité Central insisten en que la LND es ante todo un partido político y aunque el Gobierno les haya sugerido que lo conviertan en una mera organización de asistencia social, no están dispuestos a renunciar a su verdadera razón de ser, incluso si eso implica la clandestinidad. El 31 de enero entrará en vigor la nueva Constitución, aprobada en 2008, y nadie ajeno al régimen sabe a ciencia cierta si el Gobierno hará entonces efectiva por la fuerza la disolución de la LND. Ahora que el régimen trata de presentarse como una “democracia (a la que añade el extraño adjetivo de “disciplinada), quizá no vuelva a reprimir al partido con la misma dureza que en el pasado, aunque también en otras ocasiones hizo amagos de tender la mano a la disidencia para poco después arremeter furiosamente contra ella.

En esta coyuntura, algunos analistas han señalado que Aung San Suu Kyi se está mostrando mucho más conciliadora y cauta que en el pasado. Quizá se trate de una estrategia de supervivencia o de un nuevo enfoque político después de veintitrés años en los que el partido no ha logrado ninguno de sus objetivos. Sin embargo, pese a este aparente fracaso, los enormes sacrificios y el trabajo duro de muchos de sus miembros han logrado una hazaña nada desdeñable si se tiene en cuenta el brutal y opresivo régimen al que se enfrentan: sobrevivir. Sólo eso, y el evidente apoyo popular con el que cuenta Aung San Suu Kyi permite pronosticar que, en el futuro, la LND será una fuerza política determinante en Birmania.

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