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Los perfumes que nunca usará Su Haling

martes, 21 de octubre de 2008

Artículo de Cerezas y guindas.

Hoy quiero hablarles de un terrible caso de explotación infantil. No porque nos coja a miles de kilómetros hemos de quedarnos indiferentes ante el hecho de que cientos de manos infantiles estén dando forma, por un dólar -a veces menos- al día, a Naypyidaw, la capital oficial de Birmania desde 2005. En plena jungla, la Junta militar birmana ha decidido construir una especie de capital fantasma, casi en secreto y también desierta, donde prácticamente sólo se oye el trabajo lento y concienzudo de niños esclavos que trabajan en la construcción de los ministerios y palacios de esta monstruosidad urbanística erigida dentro de la selva.

Mi nombre es Su Haling. Tengo doce años y trabajo de albañil por un dólar al día...El mundo en general y la sociedad birmana en particular admiran a la líder opositora y Premio Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi. Pero, frente a ella, el régimen militarista ha optado por apartarse del pueblo, como si éste fuera escoria pura, para así poder perpetuarse en el poder. De ahí nace Naypyidaw, una ciudad en la que sólo está permitido que habiten los funcionarios de los Ministerios, y que mide unos cuatro mil seiscientos kilómetros cuadrados. Esta ciudad, por supuesto, tiene truco: las avenidas son anchísimas, casi sin recodos ni recovecos, y las sedes oficiales están bastante alejadas las unas de las otras para evitar protestas ciudadanas. Ay, y es que los ciudadanos normales y corrientes incomodan demasiado en un régimen militar, sobre todo cuando están molestos por algo y quieren alzar -como es legítimo- sus voces...

No hay gente, no hay tráfico. Sus enormes y kilométricas avenidas son desangeladas, vacías de vida y llenas de silencio, como si un ataque nuclear hubiera podido con todos y sólo las casas fueran testigos mudos de tanta calle muerta. Naypyidaw está dividida en una parte civil y en otra militar, y no existe ni un centro urbano, ni tiendas, bancos, bares o restaurantes por las calles. ¿Dónde compra esta gente? Pues en unos pequeños locales semiescondidos en unas simples galerías. Los pocos restaurantes están todos concentrados en una colina. El resto, viviendas, viviendas y más viviendas, todas clónicas a excepción del color de sus tejados. No hay parques, ni cines, ni teatros.

A pesar de que la ciudad tiene buenos servicios eléctricos y de suministro de agua, lo cierto es que los funcionarios públicos han decidido ir allí a trabajar sin sus familias, pues se trata de una ciudad tan deshumanizada, que no consideran la idea de que puedan desarrollar una vida feliz allí junto a ellos.

Entre las cien mil personas que viven en la "Ciudad de Reyes" (pues esa es la traducción al castellano del nombre), figuran niños, muchos niños que no viven una infancia normal y que la desarrollan acarreando ladrillos, haciendo mezcla y levantando muros y paredes. Son esclavos que trabajan por un dólar al día. Por esto es posible que un país tan rematadamente pobre como Birmania pueda gastarse cuatro mil millones de euros en construir esta ciudad. Porque estos niños pasan doce horas de su triste vida al día trabajando sin descanso. Estos niños, al igual que otros millones de niños esclavos del mundo, tienen negado el derecho a la educación, pues sus familias viven en condiciones tan precarias, que toda ayuda es poca. Sus manos son las que también han construido los siete hoteles de lujo en la llamada "zona de servicios". Las saunas y los masajes conviven aquí con la venta de bolsos de Vuitton, champán Moët Chandon o perfumes de Chanel. Los perfumes que jamás podrá ponerse Su Haling, la niña birmana que es esclava por un miserable dólar al día.

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