Reporteros sin Fronteras denunció hoy la censura que ha sido impuesta a todos los medios de comunicación en Birmania (Myanmar) y que impide la libre difusión de información sobre las elecciones parlamentarias que se celebrarán el 7 de noviembre.
"La censura continúa en vigor y elimina cualquier posibilidad de unas elecciones democráticas", afirmó esta organización no gubernamental con sede en París a través de un comunicado de prensa difundido en Bangkok.
Unas 150 publicaciones, entre periódicos y revistas, circulan en Birmania y deben presentar su contenido a la División de Registro y Escrutinio de la Prensa.
Tres funcionarios se encargan por lo general de leer y releer un texto antes de aprobarlo o rechazarlo, pero con la aproximación del día de los comicios en número de censores ha aumentado hasta doce.
El semanario Modern Times fue suspendido recientemente una semana por cambiar el titular de su pronóstico del tiempo sin autorización, y en julio The Voice, una revista progubernamental, recibió dos semanas de suspensión por publicar un artículo que trataba de la nueva Constitución, de 2008.
En estas condiciones, la cobertura informativa de las elecciones ha quedado en las manos de las publicaciones más oficiales y se ha reducido a decir el número de partidos que concurren, a publicar las legislación aprobada y a narrar los preparativos que llevan a cabo la autoridades.
Las opiniones y actividades de la oposición democrática no tienen cabida en estas páginas.
Reporteros sin Fronteras catalogó a Birmania en su lista del año pasado de países con mayor censura en el número 171, a cuatro posiciones de distancia del último.
Birmania está gobernada por un régimen militar desde 1962 y no celebra elecciones parlamentarias desde 1990, cuando perdió ante la Liga Nacional para la Democracia, que dirige la Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi.
Suu Kyi lleva 14 de los últimos 21 años bajo arresto domiciliario, pena que le impide participar en estos comicios.
1 comentarios:
Hace siete años visité este país, la falta de libertad era palpable entre una población que se sentía amordazada y que continuaba buscando desesperadamente una voz exterior que denunciara en el ámbito de la comunidad internacional el régimen político que estrangula a los birmanos. Aún hoy y después de los sucesos de 1988 y de las manifestaciones de 2007, la población no ha logrado quitarse la mordaza y la situación, lejos de mejorar ha empeorado ostensiblemente.
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