Myanmar // Birmania // Burma

Pages

Obama y Birmania

viernes, 3 de septiembre de 2010

Con regularidad en los países occidentales ocurre el siguiente fenómeno: un nuevo gobernante llega al poder; abre los dossieres de política exterior y se fija en el de Birmania. ¡Qué mal está ese país!, se dice y piensa que si no se ha avanzado nada es porque su predecesor se obcecó en una política de sanciones que no le ha llevado a ninguna parte. El flamante nuevo gobernante se dice que utilizando sabiamente la política del palo y la zanahoria, sobre todo si la zanahoria es bien gorda, es posible que los generales de la Junta se avengan a razones, descubran las bondades de la democracia y en un pispás tengamos un Estado de Derecho en Birmania. Lo curioso es que el flamante nuevo gobernante nunca se haga la pregunta del millón: si la solución al problema birmano es tan obvia, ¿por qué no se les ocurrió a mis predecesores?

El Presidente Obama ya dio alguna señal cuando todavía era el candidato presidencial Obama de que caería en ese espejismo de flamante nuevo gobernante. Durante la campaña expresó su deseo de un Asia más pacífica y estable y dijo que haría del apoyo a las aspiraciones de los pueblos de Asia a los derechos humanos, la democracia y el buen gobierno uno de los pilares de su política exterior en la región. Entre paréntesis, alabo sus buenos deseos y deploro su falta de originalidad. ¿Qué candidato habría dicho que el pilar de su política exterior en Asia habría sido el apoyo a los dictadores y a las cuentas numeradas en paraísos fiscales? Obama mostró su preocupación por la situación en Birmania y elogió a Aung San Suu Kyi, pero pronunció la palabra maldita, compromiso, aunque se refería solamente a que el tema birmano no impediría un compromiso más profundo de EEUU con la ASEAN. Cada vez un flamante nuevo gobernante ha empleado la palabra compromiso en la misma frase que el nombre Birmania, ha querido decir que ofrecería una zanahoria mucho más gorda que la de su predecesor a los generales birmanos. Y al final compromiso+zanahoria han acabado traduciéndose en una bajada de pantalones ante los generales más profunda que la de su predecesor.

La Administración Obama tardó ocho meses en desarrollar su estrategia hacia Birmania, lo que no sé si refleja el cuidado con el que la elaboraron o lo poco que les importaba el país. La revisión de su estrategia birmana estuvo acompañada por dos campanadas de relaciones públicas.

La primera fue la visita del Senador Jim Webb, Presidente del Subcomité del Senado para Relaciones Exteriores con Asia Oriental y el Pacífico, a mediados de agosto de 2009 a Birmania. Webb trajo de esa visita que se había podido entrevistar con el general Than Shwe, que le habían dejado que se encontrase con Aung San Suu Kyi y la liberación del norteamericano desequilibrado había irrumpido unos meses antes en la casa de Aung San Suu Kyi. Los generales birmanos son tan hábiles jugando con Occidente que esas tres nimiedades fueron valoradas como un importante paso adelante que mostraba que el cambio de enfoque que se proponía dar Obama tenía posibilidades de éxito. La segunda fue la visita del Asistente al Secretario de Estado, Kurt Campbell, a comienzos de noviembre. Se trataba del diplomático estadounidense de mayor rango que visitaba el país en 14 años. Campbell pudo hablar con los generales birmanos y con Aung San Suu Kyi. A los generales les dijo, entre otras cosas que EE.UU. “está preparado para dar pasos para mejorar las relaciones pero el proceso debe basarse en esfuerzos concretos y recíprocos por parte del Gobierno birmano.” Lo que los generales birmanos entendieron fue que había otro gobierno occidental dispuesto a bajarse los pantalones a cambio de un par de fotos con Aung San Suu Kyi y algunas promesas vagas.

El 23 de septiembre, poco antes de que se diese a conocer la política revisada hacia Birmania, la Secretaria de Estado Clinton declaró: Compromiso versus sanciones es una alternativa falsa, en nuestra opinión. Así que para avanzar, emplearemos ambas herramientas.” Esa frase me suena. Ignoro si Clinton sabía que muchos flamantes nuevos gobernantes del pasado hubieran podido demandarla por plagio intelectual. Esos mismos flamantes nuevos gobernantes podrían haberle advertido de que uno empieza prometiéndoles una zanahoria más gorda y un palo más pequeño y, sin saber cómo, un buen día se encuentra con los pantalones en el suelo y con la zanahoria comida.

El 28 de septiembre Campbell anunció urbi et orbe la nueva política que traería la democracia, la felicidad y el buen rollito a Birmania. Empezó constatando que ni el aislamiento ni el compromiso por sí solos habían logrado mejorar las condiciones en Birmania. Constató igualmente que el liderazgo birmano había mostrado interés por primera vez en tratar con EE.UU. Si por “tratar” quería decir aprovecharse de” o “reírse de, discrepo: no era la primera vez. Campbell presentó la carta a los Reyes Magos habitual que presentan todos los flamantes nuevos gobernantes: liberación inmediata e incondicional de Aung San Suu Kyi y de los demás presos políticos, fin de los conflictos con las minorías étnicas y las violaciones de los derechos humanos, respeto de sus obligaciones internacionales sobre todo en el campo de la no proliferación nuclear... A cambio prometía una mejora gradual de las relaciones. Aseguró que EE.UU. mantendría la ayuda humanitaria a Birmania y, al menos, no cometió la ingenuidad de anunciar el levantamiento inmediato de las sanciones, sino que prometió que se levantarían cuando se vieran avances por parte birmana. Un punto muy importante es que aseguró que colaborarían con sus socios en foros intergubernamentales y regionales para promover cambios en Birmania y en esa colaboración incluyó a China, la India y la ASEAN. En el fondo no tengo nada mayor que objetar a las buenas intenciones de Obama y al anuncio de Campbell, salvo que, incluso con sus limitados objetivos, se estaban pasando de optimistas.

El propio Obama confirmó su nueva política el 14 de noviembre en un discurso que dio en Tokyo: “A pesar de años de buenas intenciones, ni las sanciones de EEUU ni el compromiso de otros han conseguido mejorar las vidas del pueblo birmano. Así pues hemos entrado en comunicación directa con el liderazgo [birmano] para dejarles claro que las sanciones actuales permanecerán en tanto no haya pasos concretos hacia una reforma democrática. Apoyamos una Birmania unida, pacífica, próspera y democrática. Y a medida que Birmania se mueva en esa dirección, una mejor relación con EE.UU. es posible.” En ese discurso Obama también mandó su carta a los Reyes Magos, que era similar a la de Campbell, así que la mañana del Día de Reyes la decepción de ambos será pareja.

Para demostrar que iba en serio, el Presidente Obama celebró el 15 de noviembre una cumbre con los países miembros de la ASEAN, que se encontraban reunidos en Singapur y logró contener con éxito las nauseas que sin duda le provocaba la presencia del Pirmer Ministro birmano Thein Sein. Obama pidió a Thein Sein la liberación de Aung San Suu Kyi y que el gobierno dialogue con la oposición. Thein Sein dijo que sí, que ya veremos. En el comunicado final conjunto fue muy suavecito y se limitó a pedir a los generales birmanos que celebrasen elecciones libres. ¡Justo lo que estaban pensando!

En términos futbolísticos la cumbre del 15 de noviembre fue como si el Boadilla F.C. le hubiese metido 0-15 al Barcelona en el Camp Nou. A cambio de una sonrisa habían mostrado a sus socios de la ASEAN que, después de todo, la Birmania de los generales no es un obstáculo en las relaciones entre EE.UU. y la ASEAN. Asimismo la foto con Obama podía ser presentada como la prueba de que EE.UU. da por bueno el proceso de transición en siete pasos de una dictadura militar a una democracia disciplinada (o disciplinaria).

Los siguientes meses mostraron lo que daban de sí las promesas de los generales birmanos. Aung San Suu Kyi no fue liberada. Se aprobó una Ley de Registro de Partidos Políticos que pone todos los palos del mundo en las ruedas de los partidos políticos que se formen con el objetivo de oponerse realmente a los militares. Se aprobó también una Ley sobre la Comisión Electoral para garantizar que las urnas no den sorpresas desagradables a los generales... y ya, para echar sal en la herida, se sospecha que Birmania se está pasando por el forro la Resolución 1874 del Consejo de Seguridad de NN.UU., que prohíbe todo tipo de comercio de armas con Pyongyang, y está cooperando con Corea del Norte en el desarrollo de armas nucleares.

Por si quedaran dudas, el portavoz del régimen, The New Light of Myanmar publicó el 12 de mayo pasado uno de esos artículos llenos de cinismo que son un modelo de ética periodística. El artículo negaba que las leyes electorales fueran contra Aung San Suu Kyi y señalaba que es habitual en muchos países no dejar que se presenten a las elecciones los criminales. El artículo señalaba que Birmania no necesita que se le envíen observadores electorales independientes porque “la nación tiene mucha experiencia con elecciones.” Esto dicho por un país que en los últimos cuarenta años sólo ha conocido unas elecciones libres y un referéndum constitucional amañado, tiene su coña.

En mayo de 2010 expiraba el régimen de sanciones norteamericano contra Birmania. El 26 de mayo el Presidente Obama lo amplió por un año más. Para mí que se le ha empezado a terminar la paciencia. Hace unos pocos días EE.UU. anunció que apoyará la creación de una comisión de NN.UU. para investigar los crímenes contra la Humanidad cometidos por el régimen birmano. Creo que al Presidente Obama se le ha terminado la paciencia del todo.

Voy a terminar con unas palabras que escribió Desmond Tutu, cuando el Presidente Obama anunció la revisión de la política norteamericana sobre Birmania: “Así pues, sí. América debería dialogar con Birmania, pero no debería dialogar envuelta en un espejismo. Nada en nuestra experiencia sugiere que las ofertas de ayuda harán que los Generales birmanos cambien de política; a diferencia de algunos regímenes autoritarios, a éste parece no darle una higa el bienestar económico de su país. Probablemente interpretaría una suavización de las sanciones como el reconocimiento de que ha ganado la lucha con su pueblo y ha demostrado su derecho a gobernar. En verdad, toda nuestra experiencia sugiere que el diálogo diplomático triunfa sólo cuando las sanciones han alcanzado realmente su objetivo. En Sudáfrica fue sólo cuando las sanciones se hicieron selectivas y se aplicaron de una manera sofisticada que una solución negociada, una que había parecido imposible durante muchísimos años, finalmente tomó forma.” Tutu sólo se ha dejado en el tintero que la Sudáfrica de los años 80 no tenía poderosos amigos (China, India, Rusia...) que le ayudasen a burlar las sanciones.

Si te ha interesado este artículo, compártelo.


votar

0 comentarios:

Publicar un comentario