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La historia de Po

domingo, 1 de noviembre de 2009

A Po le gusta la escuela... y pescar.

Los soldados birmanos dispararon con fusiles cuando la familia de Po huyó hace siete años cruzando el río limítrofe hacia Tailandia. Pero esta noche son los policías tailandeses quienes asustan a la familia...

La policía llegó a la fábrica donde trabaja la hermana mayor de Po justo antes de la hora de cierre. Todos los trabajadores de Birmania fueron apresados. No tienen permiso para trabajar en Tailandia y ahora la hermana de Po está en prisión.

En casa la cena de Po ya se enfrió, pero él no quiere comer. No hasta que su hermana regrese. Debe esperar hasta muy avanzada la noche para verla llegar. El dueño de la fábrica pagó una suma a la policía y prometió conseguir permisos de trabajo para todos sus trabajadores. La mamá de Po llora de alivio, pero sabe que la policía puede regresar.

La huida hacia Tailandia
La huida del pueblo natal en Birmania a Mae Sot en Tailandia comienza cuando Po tiene siete años. Pero él no sabe nada. La mamá empaca esteras de dormir, ropa y comida.
– Vamos a ir al monasterio en la montaña, dice.

Permanecen allí por tres días. Po come dulces que les donaron a los monjes. Pero luego no regresan a casa, sino que viajan en autobús a la ciudad limítrofe birmana Myawaddy. Llevan sus atados hacia el río.
– Las calles están demasiado silenciosas, dice el amigo de mamá, que prometió guiarlos para cruzar el río limítrofe.

De repente se oyen disparos. Son los soldados birmanos. La gente se agolpa en los callejones. La mamá toma los atados con una mano y a la hermana de Po con la otra. El guía toma en brazos a Po . Luego corren, ¡directamente al río!

Po grita. Ve que su hermana se pierde bajo el agua, pero la mamá la sostiene de la muñeca y la jala hacia arriba nuevamente. Una y otra vez.

Los disparos continúan aún cuando llegan al otro lado del río. Se arrastran por la ribera y llegan a un bosque de bambú. Allí se acuestan en el suelo, totalmente quietos. Cuando se paran, la mamá cojea y sangra. Se lastimó el pie.
– No es nada, dice, ahora vamos a ver a tu papá. ¡Estamos en Tailandia!

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