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Insein, la cloaca de la dictadura birmana

lunes, 31 de diciembre de 2007

Un inmenso complejo que data de la época colonial británica alberga la prisión de Insein [en], la más temida por los opositores birmanos. Los sobrevivientes cuentan que más de doscientos presos políticos cumplen largas penas hacinados en minúsculas celdas, oliendo sus propios excrementos y bajo la amenaza constante de la tortura. Amnistía Internacional dice que la mayoría de los internos llevan más de veinte años encarcelados en condiciones inhumanas.

La página web de la organización Prevent genocide international asegura que dentro de sus altos muros de hormigón, en la prisión de Insein, los reclusos viven en condiciones descritas como "mil veces peores que las del Bangkok Hilton" -en alusión al archifamoso presidio de la capital tailandesa- por un ciudadano holandés que pasó siete años en Insein por adquirir una máquina de fax no registrada.

La mayoría de los presos sólo dispone de cinco vasos de agua diarios para lavarse y beber, y comparte la escasa comida con las ratas y cucarachas que pueblan las celdas de apenas cinco metros cuadrados, sin colchón y provistas únicamente de un pequeño orinal que los celadores cambian una vez a la semana.

Ko Aung, quien cumplió una condena de diez años y actualmente vive exiliado en Tailandia, en un correo electrónico enviado al servicio en birmano de la radio BBC, recuerda que "al principio, quedé horrorizado por el terrible olor. No había baño, sólo un cubo lleno de excrementos humanos y plagado de insectos".


Guardas corruptos hacen la vista gorda con el tráfico de drogas y los adictos reutilizan sus jeringuillas, contribuyendo así a propagar el virus del sida, una de las enfermedades más extendidas en la penitenciaría junto a la disentería, agravadas por el nulo valor nutritivo del rancho. Los presos pueden llegar a pasar hasta meses enteros incomunicados y la tortura se practica de manera sistemática durante los interrogatorios, denuncias las organizaciones defensoras de los derechos humanos.

Entrenados por los servicios secretos de China, Singapur e Israel, los agentes de la inteligencia militar birmana son consumados expertos en obtener información de los reclusos, sobre quienes practican técnicas como la privación de comida y sueño, descargas eléctricas en los genitales y todo tipo de mutilaciones físicas. El condenado puede ser obligado a permanecer durante horas en posturas humillantes y dolorosas como la de "hacer la moto", sentado con las manos extendidas y la espalda erguida, mantener su rostro cubierto o comunicarle noticias falsas sobre la muerte o confesión en su contra de algún familiar.

La organización británica The Burma Campaign señala que Insein "no es sólo una prisión, sino la total representación del aparato de represión política en Birmania". Al penal de máxima seguridad han sido conducidos en los últimos días muchas de las personas detenidas por participar en Rangún en las mayores manifestaciones contra la Junta Militar en casi dos décadas.
Tomado de Libertad Digital.

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