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HRW reclama poder acceder a las prisiones birmanas

martes, 6 de marzo de 2012

Human Rights Watch ha vuelto a solicitar a Birmania que se permita el acceso de observadores extranjeros a las prisiones del país, y advirtió que la cultura militar de "sadismo recreativo" representa un obstáculo a las reformas incipientes.

Un investigador de este grupo de estudio sobre los derechos humanos, con base en Nueva York, ha visitado recientemente Birmania y, como muchos otros observadores, expresó su agradable sorpresa por el ritmo de cambios del país que había permanecido cerrado durante tantos años.

Sin embargo David Scott Mathieson, principal investigador del grupo sobre Birmania, ha dicho que no se observa ningún cambio fundamental en cuanto a derechos humanos. Como primera prioridad pidió al presidente reformista, Thein Sein, que determine el número de presos.

Birmania ha dicho que ha liberado más de 300 presos políticos en la amnistía del mes pasado. Las autoridades dicen que ya están todos virtualmente libres, pero los grupos disidentes en el exilio dicen que aún queda gente en prisión por razones políticas.

"Pensamos que aún quedan varios cientos de presos políticos en las prisiones birmanas. El número real es casi imposible de calcular," dijo Mathieson en su visita a Washington.

Mathieson dijo que Birmania debe permitir al Comité Internacional de la Cruz Roja acceder a las prisiones para observar sus condiciones carcelarias y consentir que un grupo formado tanto por gente local como por extranjeros pueda editar una lista de presos políticos.

"Tenemos que recordarnos a nosotros mismo, que la responsabilidad de probar cuanta gente queda aún en prisión recae sobre el gobierno," dijo Mathieson en el Woodrow Wilson International Center for Scholar, un think-tank.

Thein Sein ha abierto el diálogo con el icono democrático Aung San Suu Kyi y con los grupos étnicos rebeldes, que han mantenido una de las guerras más duraderas del mundo.

Mathieson dijo que los comandantes han deshumanizado a las minorías, mostrando casos en los que el ejército ha forzado a civiles como porteadores en zonas infestadas de minas y otros en que ha infligido violencia sexual.

"Una cosa que me ha llamado la atención tras hacer muchas entrevistas tanto a miembros del ejército birmano que habían desertado como a víctimas civiles es la cultura de un sadismo casi recreativo," dijo Mathieson.

"Esta cultura entre los militares es probablemente uno de los más grandes desafíos de cambio en Birmania. Es fácil cambiar a los comandantes, pero lo que ha de cambiarse es este sentido del derecho de abusar de la gente, y este va a ser un proceso muy largo", añadió.

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