Irán, Corea del Norte y Birmania nunca dan buenas noticias. Si, además, la novedad tiene algo que ver con el sector nuclear, el mundo tiembla y el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas se revoluciona. Sin embargo, hay ciertos países que se frotan las manos. Rusia y China sirven de contrapeso en la balanza de poder mundial, y permiten que naciones que formaron el 'eje del mal' de George Bush cuenten con la tecnología necesaria para construir centrales nucleares.
El programa de Irán es, sin duda, el más conocido y polémico, aunque su presidente, Mahmud Ahmadineyad, sostiene que su finalidad es únicamente civil. Corea del Norte, sin embargo, no oculta su intención de fabricar armamento atómico y da sustos de cuando en cuando. Birmania, por su parte, se ha convertido en el último régimen dictatorial cuyos planes nucleares ya han salido a la luz.
Según informaciones proporcionadas por desertores birmanos, la Junta Militar que rige con mano de hierro la ex colonia británica tendría interés en construir una planta nuclear, que serviría tanto de fuente de energía como de primera piedra de un futuro proyecto de armamento nuclear. Informaciones publicadas en diferentes medios de comunicación internacionales afirmaron a finales de mayo que Corea del Norte estaba proporcionando al régimen la tecnología necesaria para llevar a cabo el proyecto. Sin duda, una buena fuente de ingresos para un país aislado del mundo.
No obstante, China y Rusia también se lucran con la venta de elementos imprescindibles para la construcción de centrales nucleares, así como proporcionando el material fusible -generalmente, uranio enriquecido-, imprescindible para obtener la energía. El problema está en que ese material puede ser convertido en otro tipo de fuerza, mucho más peligrosa: la de una bomba atómica.
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