Hay momentos en la vida, no muchos, en los que puedes sentir, casi morder, la importancia de los mismos.
Todo el mundo aquí en Mae Sot (Tailandia) miraba el pasado domingo 7 de noviembre hacia la cercana Birmania esperando con una mezcla de emoción y escepticismo las noticias que iban cruzando la frontera. Eran las primeras “elecciones” en 20 años. Unas elecciones controladas por el régimen militar que ya estaban decididas de antemano: sin observadores internacionales, sin periodistas, bajo una constitución que reserva el 25% del parlamento al poder militar y con un sistema electoral diseñado para una aplastante victoria del régimen. Y eso es precisamente lo que ha acabado sucediendo.
Pero aquél domingo 7 de noviembre no sólo hubo rumores sobre las elecciones. Empezaron a llegar a mis oídos tímidas noticias acerca de una división escindida del DKBA (Development Karen Buddhist Army) que había comenzado un asalto al pueblo fronterizo Myawaddy, situado exactamente al otro lado de la frontera con Mae Sot, en la provincia Karén. Estos rumores son constantes por aquí. Hay que recordar que prácticamente cada una de las numerosas etnias que pueblan Birmania tienen ejército o guerrilla independiente y las tensiones son el pan de cada día.
El lunes 8 es cuando, y tiro de castellano claro, todo se salió de madre. Los rumores del día anterior sobre la ofensiva eran ya noticia en varios medios serios y hacia las 13.00 horas el SPDC (Social Peace Democratic Committee) o ejército central birmano parecía haber perdido casi por completo el control sobre Myawaddy.
Escuché entonces a alguien preguntar: "¿y esto es bueno o malo?" La respuesta la encontramos en internet. Youtube mostraba ya miles de civiles karén andando por la autopista siendo escoltados por el ejército tailandés con dirección Mae Sot. Las imágenes de la página web Irrawaddy.org enseñaban exactamente el sitio donde estuve paseando hace tres días, el paseo fronterizo delimitado por el rio Moei y siempre lleno de puestos ambulantes, albergando ahora soldados a raso y apuntando con sus fusiles hacia el otro lado de la frontera.
Y de nuevo tiro de castellano claro: joder. Después del joder fue cuando salimos de la inopia comunitaria. Yo estaba en la oficina de Colabora Birmania, había ido a enterarme de lo sucedido y ellos ya estaban trabajando en ver quién se había hecho con el mando de la coordinación de la Ayuda Humanitaria de Emergencia.
A eso de las 17.30 estábamos junto a otros colectivos y ONGs en una reunión para ver qué se podía hacer y en torno a las 19.00 partíamos ya con 3 furgonetas cargadas con 700 mantas hacia el campo de refugiados que el ejército tailandés había habilitado para el aluvión de birmanos que, según cifras oficiales, superaban los 20.000. Las decisión de proveer sólo mantas vino de las conversaciones con TBBS y Mae Tao Clinic, las dos organizaciones que se habían hecho cargo de la situación y que estaban siendo informadas por la armada tailandesa acerca de las necesidades más apremiantes.
El campo de refugiados mostraba un “caos relativamente controlado” por el ejército. Las imágenes grabadas no muestran con exactitud los sentimientos que la situación desprendía. Pudimos hablar con varias familias birmanas gracias a nuestro amigo John que ejerció de traductor. Una mujer sostenía a su hija de unos 5 años. Nos comentó como, cuando estaba bajando por su calle a las 8.30 de la mañana, empezó a escuchar tiros y explosiones a un centenar de metros. “Salí corriendo porque todo el mundo lo hacía, me moría de miedo. Bajamos el terraplén del rio y empezamos a cruzarlo. Tuve que cruzar el rio con mi hija entre mis brazos. Luego, los militares nos trajeron aquí”. No sabía dónde estaba su marido ni el resto de su familia. Su angustia desbordaba sus ojos, pero sin lagrimas. Estas son reservadas para cosas peores, cosas que sólo les pasan en Birmania.
Durante los dos días siguientes el SPDC retomó el control de Myawaddy y la mayoría de los 20.000 refugiados pudieron volver a cruzar la frontera. Las lágrimas reservadas fueron quizás para esta ocasión, pues el ejército birmano incendió varias casas y el mercado, destrozando muchas de las pocas pertenencias que algunos birmanos poseen. En cuanto a las cifras de bajas civiles, no están claras –como casi nada en Birmania-, pero por el momento 6 son las marcadas por fuentes oficiales gubernamentales.
La sensación por Mae Sot es la de vuelta a la normalidad, pero las tensiones por los resultados incomprensibles –por no decir imposibles- de las elecciones dejan entrever un futuro inestable y con posibilidad de repetir lo que aquí ha pasado, aunque quizás la próxima vez sea mucho peor. Es así, la vida en esta Birmania “ya democrática” según la junta central.
Muchas de las ONGs de Mae Sot se quedaron cruzadas de brazos ante esta situación ya que este escenario no entraba dentro de sus objetivos o metas. Otras muchas no. Cambiaron durante unos días su manera de trabajar y aportaron tanto recursos humanos como económicos estando a mí juicio a la altura de las circunstancias. Junto a estas, Colabora Birmania. Mi más sincero reconocimiento a su trabajo en este difícil escenario de crisis en el que se movieron hábilmente y estuvieron a la altura.
Por AAF (tito)
Fotos realizadas por © Sejin Yang
Visto en Diario de Mae Sot.
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