Ya llevaba un tiempo queriendo hacer un viaje a Asia, y Tailandia esa un país muy apetecible. También coincidió en ese momento mi curiosidad por palpar el budismo en vivo y, como detonante de la mezcla de circunstancias, me entero de que una vieja amiga llevaba meses iniciando un voluntariado de apoyo al pueblo birmano en la frontera de Tailandia con Birmania – más tarde nacería la ONG Colabora Birmania, que depende exclusivamente de donaciones particulares. – Así que me rendí al destino y tiré hacia Oriente.
Después del largo viaje de rigor desde Lajares, Fuerteventura, hasta Mae Sot, centro oeste de Tailandia, y después de superar algunos momentos de ansiedad, porque el contraste La Oliva vs Bangkok te deja KAO, por fin llego a la que será mi cama durante el próximo mes. Se trata de una casa de madera – tipo cabaña cómoda, siempre muy ecológica, donde convivía con 4 ó 5 birmanos más.
Thant es el birmano varón de cuarenta y pocos responsable de la casa. De mirada viva y atenta, muy moreno, con cierto aspecto intelectual. Habla un inglés de batalla muy entendible, acompañado de una mímica excepcional muy graciosa. Lleva instalado en la “Tailandia fronteriza” unos 14 años, en Mae Sot. Allí, en Birmania, era profesor de matemáticas en la universidad antes de la Junta Militar, y pasó, de la noche a la mañana, de estar llevando una vida normal a salir huyendo de su país por la selva. No se casa con nadie, pero tiene un corazón enorme. Desde hace tiempo, distribuye por los colegios a los voluntarios de otros países que vienen a trabajar, y en su casa se convierte, a menudo, en punto de encuentro de birmanos refugiados que andan sobreviviendo, la mayor parte de ellos clandestinamente, por Mae Sot.
Lo interesante de mi viaje fue la “birmanización” que sufrí. Integrarte en una cultura tan distinta es un vuelco curioso que te hace ver la tuya desde otra perspectiva. La experiencia con los niños- a los que daba clase de inglés- creo que fue positiva, tanto para ellos (aunque habría que preguntarles…, por lo menos se reían y eso ya es bueno) como para mí. Hay que tener en cuenta que la situación era muy complicada; muchos de estos niños y niñas fueron testigos de cómo habían acabado con sus familias, otros no sabían nada de sus padres y hermanos desde varios meses. Aunque, siendo sincero, disfruté mucho inventando las clases, jugando con los chiquillos y los profesores.
Allí en Mae sot están viviendo mis amigos de Colabora Birmania; Carmen, Marc, Meri, Javi y Claudia, con quienes pasaba muchas tardes. Llevan allí más de un año, desempeñando una increíble labor de apoyo a niños de los colegios a los que van semanalmente. Realizan apoyo logístico, construyendo algún colegio, apoyo con la alimentación, apoyo psicológico… también canalizan la acción de los voluntarios, como yo, hacia algún colegio o proyecto en el que siempre hace falta ayuda.
Después de unos meses por Fuerteventura de nuevo, un día se me ocurrió que podía hacer una exposición con las fotos de los niños, mostrando el proyecto que allí llevan a cabo mis amigos de CB, e intentar recaudar algún dinerillo para enviarlo al colegio donde yo trabajaba, para que puedan conectar agua corriente. Se me ocurrió hacer una camiseta para venderla aquí y enviarles todo el beneficio. El diseño de ésta lo copié de otra que se vendía allí, en conmemoración de la muerte de numerosos monjes budistas y civiles, que fueron asesinados durante una manifestación pacífica contra los abusos de la dictadura, en 2007. Es muy bonita y significa mucho para ese pueblo. Y gracias a la concejalía de cultura de La Oliva, a Juanjo (de La Pintadera), a Vicente (de Serviprint), y al Tío Tom – por su ayuda con la edición – esto es una realidad.
Alvaro Artiñano
Visto en Diario de Mae Sot.
0 comentarios:
Publicar un comentario