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La clínica de refugiados de la doctora Cynthia

domingo, 2 de enero de 2011

La doctora Cynthia Maung es la fundadora y directora de la Clínica Mae Tao, una institución que lleva más de veinte años ofreciendo asistencia sanitaria gratuita a refugiados birmanos en Tailandia, desplazados internos en Birmania y poblaciones enteras que carecen de los servicios sanitarios más básicos. Gracias a los esfuerzos de esta mujer infatigable y el personal de la clínica, así como a las donaciones de numerosas organizaciones internacionales, lo que hace dos decenios no era más que una pequeña consulta abierta por seis refugiados birmanos en una vieja casa de madera ha llegado a convertirse en un pequeño complejo hospitalario en el que trabajan unas setecientas personas que proporcionan servicios médicos a miles de pacientes y una educación a muchos niños que de otro modo no podrían acceder a ella.

En la clínica, situada en la localidad tailandesa de Mae Sot, a escasos kilómetros de la frontera birmana, trabaja gente de casi todas las comunidades que componen el complejo puzle étnico birmano, así como voluntarios procedentes de otros países. Además de dispensar todo tipo de servicios médicos a sus pacientes en sus instalaciones, desde atención primaria hasta tratamiento contra la malaria, operaciones quirúrgicas, programas de prevención del SIDA, ortodoncia o miembros ortopédicos a las víctimas de la guerra, Mae Tao es el centro de operaciones de una amplia red de escuelas y centros médicos a ambos lados de la frontera. También cuenta con un programa de formación y con equipos móviles de médicos que se adentran periódicamente en la jungla para llegar a zonas aisladas e infestadas de malaria en las que la población no tiene acceso a ningún tipo de asistencia sanitaria.

Tras las elecciones celebradas en Birmania del pasado 7 de noviembre se han sucedido los combates entre el ejército birmano y las guerrillas de la etnia karen, lo que ha provocado oleadas casi constantes de refugiados en Tailandia. Mientras el Gobierno tailandés se apresura a enviarlos de vuelta casi inmediatamente a su país cuando la situación parece haberse calmado al otro lado de la frontera, es el personal de Mae Tao el que se ocupa de proporcionarles los alimentos y la ayuda humanitaria necesarios. Debido a éstas y otras razones, la clínica de la doctora Cynthia, pese a no estar reconocida oficialmente, es mucho más que un centro de atención médica.

Dos días después de que unos mil refugiados cruzaran la frontera huyendo de los combates, conversamos con la doctora Cynthia Maung sobre ese asunto, su trabajo, la situación política y humanitaria en Birmania y la construcción de una sociedad civil fuerte que pueda llevar la paz y la democracia a un país devastado por décadas de conflictos bélicos y la opresión de una dictadura militar dispuesta a mantener su poder a toda costa.

En primer lugar me gustaría preguntarle sobre usted misma, sobre su vida. ¿Dónde nació y estudió medicina?

Mis padres son del Delta del Irrawaddy, pero me crié en Moulmein, en el Estado Mon. Mi padre era un funcionario del Ministerio de Sanidad y le destinaron allí. Yo estudié en Rangún, en el Hospital Mingaladon. Allí me di cuenta de que los militares tenían muchas más posibilidades de recibir atención médica y de que los civiles apenas tenían acceso a los servicios sanitarios. Cuando finalicé mis estudios trabajé durante un año en Moulmein pero al final me mudé al Estado Karen. Fue entonces cuando tuvieron lugar las revueltas del 88 y decidí venir a Tailandia. Al ver cómo la población tenía que arreglárselas para sobrevivir sin atención médica y como el ejército la obligaba a realizar trabajos forzosos para construir sus campamentos o a tomar parte en algunas operaciones militares haciendo trabajos como cargar con las municiones, nos dimos cuenta de que la población estaba realmente oprimida por el régimen militar y de lo necesarias que son la sociedad civil y la democracia.

¿Qué trabajo realizan en la Clínica Mae Tao? ¿Cómo funciona? ¿Quiénes son sus pacientes?

Al principio, las comunidades tailandesa y karen locales nos ofrecieron este lugar para proporcionar asistencia primaria a los refugiados que llegaban. En aquella época no había ningún sistema para gestionar las operaciones de ayuda o los suministros de alimentos, por lo que las comunidades karen y tailandesa locales y los estudiantes empezaron rápidamente a trabajar para proporcionar los servicios de emergencia básicos. Un grupo de seis personas abrimos un centro aquí en Mae Sot para coordinar las operaciones de ayuda humanitaria y establecer un sistema de envío de los pacientes al hospital local, porque había muchos casos de personas que venían del otro lado de la frontera, del Estado Karen, enfermos de malaria o heridos de guerra, a los que había que tratar en el Hospital de Mae Sot. Poco a poco muchos desplazados internos de Birmania y refugiados en Tailandia se enteraron de los servicios que proporcionábamos aquí y fuimos ampliando gradualmente nuestros servicios. Al principio la clínica trataba las enfermedades más comunes, como la malaria o infecciones cutáneas, pero no dejó de crecer la población desplazada en la frontera procedente de Birmania, incluyendo mujeres y niños, por lo que en 1995, con la ayuda del hospital tailandés local, pudimos ampliar nuestros servicios e incluir planificación familiar o vacunas.

Birmania está sumida en una guerra civil desde que se independizó en 1947. Las regiones fronterizas (los estados Karen, Mon, Karenni y Shan) tan sólo disponen de los servicios sanitarios de las comunidades locales. Encontramos a un número creciente de jóvenes dispuestos a trabajar en sus comunidades, por lo que creamos un programa de formación para trabajadores sanitarios. Desde entonces hemos formado a entre 60 y 80 nuevos trabajadores sanitarios y también llevamos suministros a los trabajadores que están en Birmania, lo que nos ha permitido ampliar nuestros servicios a ambos lados de la frontera. De ese modo, en la actualidad disponemos de un programa de servicio sanitario, uno de protección de menores y otro de formación para la población desplazada, que no está legalmente registrada en Tailandia. Tratamos a unos cien mil pacientes al año, de los cuales casi la mitad viven en Birmania y vienen a Tailandia para recibir nuestra atención médica. Además hay 162 centros educativos de inmigrantes para los niños que no pueden acceder a las escuelas tailandesas. En Birmania tenemos equipos sanitarios trabajando en lugares secretos que atienden a las comunidades de desplazados internos. Muchos de ellos pertenecen a las comunidades y tienen allí a sus familias. En algunas zonas un poco más estables, como el Estado Shan, hemos abierto clínicas en las que podemos atender las necesidades de los desplazados internos. De este modo, en la actualidad tenemos acceso a una población de unas 300.000 personas dentro de Birmania y de unas 200.000 aquí en Tailandia.

¿Cuánta gente trabaja en la clínica?

Nuestros servicios son bastante amplios, por lo que también tenemos profesores, trabajadores sociales y personal administrativo. En total somos unas setecientas personas aquí en Tailandia. En Birmania contamos, por un lado, con unas cuatrocientas personas que forman parte de las diferentes comunidades, trabajadores de la sanidad que han recibido la formación necesaria para dar atención primaria a la población, algunos de los cuales tienen conocimientos específicos para enfrentarse a situaciones de emergencia. Esas cuatrocientas personas trabajan en las zonas más inestables del país, pero hay otras trescientas personas que trabajan en otras zonas más estables. En total tenemos a unas setecientas personas trabajando en Birmania.

¿Qué clase de apoyo reciben del Gobierno tailandés?

En primer lugar hay que decir que nuestra clínica nunca ha sido registrada oficialmente debido a que la mayoría del personal carece de la documentación legal necesaria para permanecer en Tailandia. Sólo unos pocos, quizá un cinco por ciento, pertenecen a la comunidad tailandesa local o tienen permiso de residencia temporal en el país. Pese a ello, desde que trabajamos con el hospital tailandés tratamos de ampliar nuestros servicios para integrarlos en algunas de las instalaciones tailandesas y mantenemos buenas relaciones con ellos. En 1995, las autoridades sanitarias tailandesas comenzaron a darnos suministros para realizar servicios más a largo plazo. En 2001 lanzaron un programa para prevenir la transmisión del VIH de las madres a sus hijos y empezamos a colaborar con el Ministerio de Salud Pública para llegar hasta las mujeres embarazadas. Desde aquel año colaboramos con el hospital tailandés local, pero normalmente la información sobre nosotros no se recibe a nivel nacional, ya que no estamos registrados. Pero las autoridades locales o el Hospital de Mae Sot sí reciben esa información y les enviamos informes de forma regular.

Ustedes comenzaron con una pequeña casa en la que ofrecían atención primaria y poco a poco han ido creciendo hasta construir una clínica bastante grande. ¿Cómo se produjo ese crecimiento?

Ha supuesto un gran esfuerzo. Tras las elecciones de 1990 [en las que ganó por una gran mayoría el partido de Aung San Suu Kyi, un resultado que los generales nunca aceptaron], pensamos que se iba a producir una apertura en la que la población y los grupos étnicos de la frontera pudieran hacer oír su voz e integrarse en la sociedad birmana. Creímos que habría un proceso de reconciliación y un diálogo entre el ejército, la Liga Nacional para la Democracia y los grupos étnicos, pero eso no sucedió y de hecho la represión no ha hecho más que aumentar y se han perpetrado cada vez más violaciones de los derechos humanos. Vimos que cada vez se producían más desplazamientos forzosos. Hasta 1997 podíamos trabajar en el interior de Birmania con mayor libertad y seguridad, pero ese año el ejército incrementó sus actividades en la frontera. A partir de entonces, cada vez más gente se ha visto obligada a abandonar sus hogares en las regiones Karen, Shan y Mon. En algunas zonas el ejército ha ampliado sus negocios con los países vecinos y trata de controlar los recursos naturales y expulsar a la población de las etnias locales.

Hemos recurrido a miembros de las propias comunidades qué están realmente comprometidos a ayudar porque sus familias siguen viviendo allí y tienen la motivación necesaria para trabajar como personal sanitario o docente. Ésa es la razón por la que nuestro programa de formación ha ido incluyendo a gente de etnias cada vez más diversas, incluyendo personas procedentes de la frontera occidental o del norte de Birmania. Eso ha brindado la oportunidad a muchos miembros de los diferentes grupos étnicos de estudiar e intercambiar ideas y a fortalecer la red de la sociedad civil que realizará la transición a la democracia. Nuestra principal motivación a lo largo de los últimos años ha sido organizar a la sociedad civil, y ésta ha ido creciendo y estableciendo vínculos no sólo entre diferentes comunidades dentro del país sino también con otros países. Tenemos la convicción de que fortaleciendo la sociedad civil se pueden conseguir cambios políticos y construir un país democrático y pacífico. Además hay muchos médicos en el primer mundo dispuestos a trabajar en países en vías de desarrollo y zonas en conflicto que vienen a colaborar con nosotros. Nuestra clínica es bastante excepcional. En un principio la mayoría del personal era karen, pero ahora hay gente de muchos otros grupos étnicos. Éste es un centro de estudio para que gente de muchas etnias aprenda sobre la compleja situación política y social birmana y acerca de las labores de ayuda humanitaria.

¿Hay algún tipo de fricción entre el personal de las diferentes etnias en el trabajo diario?

Eso sólo sucedía al principio porque la gente había permanecido aislada durante mucho tiempo, en sus pueblos o en sus comunidades. Alguna gente ha crecido en los campos de refugiados o en las Zonas Étnicas Independientes, otra en Rangún o en las ciudades, por lo que tienen ideas y objetivos políticos muy diferentes. Aquí se han juntado varias etnias diferentes, pero el objetivo principal es la promoción de la salud. Cuando debatimos sobre planificación familiar, por ejemplo, las posturas son muy distintas entre las diferentes etnias, pero mediante nuestras redes podemos compartir ideas y debatir. Las personas se unen al centrarse en los aspectos técnicos y en la lucha común por los derechos humanos, la paz y la democracia.

En los últimos días están llegando varias oleadas de refugiados huyendo de los combates en Birmania entre el ejército y las fuerzas armadas de los Karen. En realidad, esos combates y esos flujos de refugiados son constantes. ¿Cómo es la situación al otro lado de la frontera?

A lo largo de los últimos veinte años hemos presenciado desplazamientos masivos de población constantes. En 1988 nosotros mismos llegamos aquí huyendo de nuestro país. En un principio, al llegar pensamos que podríamos volver a nuestros hogares en cinco, seis meses o un año. El régimen militar, en lugar de construir una sociedad civil o dar poder al pueblo, ha afianzado su poder y ha forzado a muchos jóvenes a unirse al ejército. Debido a la falta de perspectivas de futuro y de trabajo, ésa es la única manera que tienen muchos jóvenes de encontrar una forma de ganarse la vida. Birmania está sumida en un ciclo de violencia que viene produciéndose desde hace veinte años, pero ahora la oposición democrática y los grupos étnicos están compartiendo sus ideas políticas y se está comenzando a crear un clima de confianza.

En 1994 algunos grupos armados de las minorías étnicas firmaron un alto el fuego con la junta militar, pero un año antes de las elecciones ésta trató de obligar a los ejércitos de las minorías vigilaran las fronteras. Muchos de ellos no estuvieron de acuerdo. Son muy pocas las organizaciones de minorías étnicas que cedieron a las exigencias del Gobierno y los demás decidieron aliarse. Nos preocupa que haya más conflictos y combates, y por tanto más desplazados. Muchos de ellos acaban viviendo en Tailandia como trabajadores ilegales y los niños que nacen en Tailandia son apátridas que carecen de la oportunidad de recibir una educación y carecen de protección.

Mientras tanto, el Gobierno tailandés ha hecho muchos negocios con los birmanos, por lo que no quieren que vengan más refugiados de Birmania. Por eso los refugiados son expulsados de vuelta a su país en menos de veinticuatro horas. Es algo muy triste, porque lo han seguido haciendo pese a que los combates continúan. Pero muchos de ellos, al volver carecen de documentación y eso los hace más vulnerables, son ilegales a ambos lados de la frontera. Al no estar registrados en Tailandia, el Gobierno puede expulsarlos cuando quiera. Tailandia debería permitir a la gente que cruza permanecer en su territorio al menos dos semanas y debería realizar un registro de las familias, porque a menudo no pueden encontrar a sus seres queridos y el trabajo de las organizaciones humanitarias es más difícil. Además se les deberían proporcionar unos cuidados mínimos, según estándares internacionales, y habría que trabajar con los líderes de las comunidades a ambos lados de la frontera para observar las actividades de los militares, localizar los campos minados, asegurar la seguridad alimentaria y documentar las violaciones de los derechos humanos. Estamos intentando tratar esos temas con la Comisión para los Derechos Humanos de Tailandia y de obtener un apoyo mayor de la comunidad tailandesa local.

Parece que el Gobierno tailandés no quiere a responsabilizarse de los refugiados birmanos, ya que se niega a firmar la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados. ¿Por qué cree que no acepta esa responsabilidad?

El Gobierno birmano ha querido mostrar al mundo que no había guerra tras las elecciones y era posible repatriar a los refugiados. Creo que ambos gobiernos, tanto el birmano como el tailandés, han pensado que se los podría repatriar o que debía existir algún plan para hacerlo. Pero hasta que la prioridad no sea hallar una solución política, las repatriaciones son imposibles. En mi opinión ambos países quieren empezar a hacer negocios lo antes posible, de hecho ya han alcanzado acuerdos en numerosos proyectos, pero si hay más refugiados y continúa la guerra civil será más difícil hacerlo. Además, los refugiados en lugar de estar en campos, viven en diferentes zonas de Tailandia como trabajadores ilegales. En la actualidad hay casi dos millones de inmigrantes ilegales birmanos trabajando en Tailandia, lo que es enormemente rentable para la economía tailandesa, por lo que quizá Tailandia prefiera que sean trabajadores ilegales en lugar de refugiados.

La Clínica Mae Tao ha proporcionado ayuda humanitaria, alimentos y agua, a los refugiados que han cruzado la frontera en las últimas semanas, pero parece que ustedes lo han hecho solos, ¿cuentan ustedes con el apoyo de alguna ONG u organización humanitaria?

La clínica es el centro de ese tipo de operaciones, pero contamos con la red de organizaciones de las comunidades que trabajan con nosotros. El Gobierno tailandés no quiere proporcionar ayuda oficialmente, pero las ONG locales envían la ayuda a través de nosotros y de nuestra red. No somos una organización legalmente constituida, pero eso es precisamente lo que permite al Gobierno tailandés evitar decir que ayuda a los refugiados.

¿Qué cree que la comunidad internacional podría hacer por el pueblo birmano?

Lo más importante para nosotros es que se enfrente al régimen militar y se detengan los suministros de armamento y tecnología militar, porque todo el dinero y los recursos naturales del país están controlados por el ejército. Los gastos en sanidad y educación son insignificantes y el presupuesto militar es enorme, por lo que venderles armamento no hace más que avivar el conflicto. La comunidad internacional también debería fomentar la sociedad civil, tanto dentro como fuera del país, proteger a los activistas que luchan por los derechos humanos y presionar al Gobierno para que libere a los presos políticos. No sólo deben liberar a Aung San Suu Kyi sino a todos los demás presos políticos, y permitirles que participen en las decisiones políticas. Pero lo más importante es que apoyen los esfuerzos de Aung San Suu Kyi por la reconciliación nacional.

Visto en El gran juego vía Meneame.

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