Myanmar // Birmania // Burma

Pages

El gulag de los cómicos

martes, 22 de abril de 2008

Texto publicado por David Jiménez en El Mundo desde Mandalay

Tras más de cinco años de torturas en una remota cárcel del norte de Birmania, Par Par Lay fue liberado dos años antes de cumplir su condena. El régimen probablemente le consideró un caso perdido: todos los días, cuando se apagaban las luces de su módulo, reunía a los demás presos y repetía las parodias que le habían llevado a prisión en primer lugar y que ridiculizaban a los dictadores del país. 'He pasado mucho tiempo en prisión. ¿Qué más pueden hacerme?', dice Par Par al describir cómo la más brutal de las represiones puede despojar a la persona de todo.

Todo menos la risa.

Los militares birmanos son conocidos por su despotismo, su codicia y su facilidad para disparar a manifestantes desarmados, la última vez el pasado mes de septiembre en la Revolución del Azafrán. Menos conocida es su falta de sentido del humor. Cómicos, actores y artistas como Par Par Lay han dado con sus huesos en la cárcel por atreverse a hacer chistes de los generales, un crimen que en Birmania lleva el nombre de 'degradación de la dignidad del Estado'.

Pero ni las torturas ni la cárcel han logrado callar las bromas en la calle 39 de Mandalay, fortín de los últimos cómicos del país y sede de pequeños teatros domésticos donde los comediantes actúan en la clandestinidad y arriesgan la vida para retratar con su sátira la desesperación del pueblo birmano.

Par Par es uno de los 13 miembros de la familia que compone la más famosa trouppe de Mandalay, los Mustache Brothers.Con sus grandes bigotes y sus marionetas, los hermanos Par Par Lay y U Lu Maw organizan su espectáculo en una de las habitaciones de su casa, siempre pendientes de la llamada de la autoridad y a menudo susurrando sus chistes más sediciosos. El aforo es limitado –una decena de butacas-, las risas no. 'Burma está triste y nosotros tratamos de levantar el ánimo', dicen los hermanos.

Los Mustache Brothers representan el ancestral arte del 'a-nyeint', una mezcla de teatro, marionetas, música, bailes y parodia que solía recorrer pueblos y ciudades hasta que la llegada de la dictadura en 1962 confinó sus actuaciones a pequeñas habitaciones y teatros secretos. El pasado mes de octubre la policía volvió a visitar a los hermanos poco después de la fallida revuelta contra el Gobierno, aplastada por el Ejército en las calles de Rangún.

Y de nuevo se llevaron a Par Par Lay.

El cómico birmano fue encarcelado por tercera vez desde que en 1990 le contará a una audiencia entregada que 'en los viejos tiempos llamábamos a los ladrones ladrones y ahora simplemente funcionarios'. La detención duró esta vez cinco semanas, quizá porque los generales saben que el cuerpo del veterano cómico, de 60 años, difícilmente soportaría más golpes de los que se llevó en sus anteriores estancias en la cárcel. Su mujer, Ma Win Mar, cuenta como en cierta ocasión fue a visitarle y pasó por delante suyo sin reconocerle. Había perdido los dientes, se le marcaban las costillas y apenas podía sostenerse en pie. Nada más abandonar la prisión por última vez, en noviembre, Par Par y los Mustache Brothers han vuelto al escenario con nuevas parodias de la dictadura.

En una de sus representaciones, un general importante fallece y se convierte en un pez. El día que el gran tsunami del Índico se aproxima a la costa para destruirlo todo, el pez se interpone ante la ola y le dice: 'Frena. Pero si lo que vas a hacer (destruirlo todo) ya lo he hecho yo'. Sí, el régimen lo ha destruido todo en Birmania: todos menos el espíritu de los cómicos birmanos en su osadía de arrancar risas a un pueblo al que la dictadura ha tratado de robar incluso el sentido del humor.

Si te ha interesado este artículo, compártelo.


votar

0 comentarios:

Publicar un comentario