Los últimos ataques en el norte del Estado Shan que se han producido entre el ejército de la Junta y las milicias de la etnia Kokang (el llamado Ejército de la Alianza Democrática Nacional Birmana o Myanmar National Democratic Alliance Army) han aumentado las especulaciones sobre las intenciones del régimen birmano con respecto a los 17 grupos que firmaron acuerdos de alto el fuego para intentar integrarlos en el aparato de seguridad del estado como policía de frontera.
Los grupos que firmaron el alto el fuego son milicias étnicas, las más conocidas son el Ejército del Estado Wa Unido (United Wa State Army -UWSA-), el Ejército Independentista Kachin (Kachin Independence Army) y el Ejército Budista Democrático Karen (Democratic Karen Buddhist Army), que han luchado de manera intermitente con el gobierno central birmano desde la independencia de 1948. Forman parte de la importante diversidad étnica, religiosa y cultural de Birmania, en donde el 40% de la población forma parte de alguna minoría étnica. El estado reconoce hasta 135 etnias distintas.
Sin embargo, el ejército del régimen birmano ha luchado de manera brutal contra estos grupos, cometiendo abusos sobre los derechos humanos que han sido ampliamente documentados, incluyendo desplazamientos masivos, trabajos forzados y reclutamientos forzosos, así como incontables casos de violaciones y asesinatos sobre objetivos civiles. Algunos analistas creen que el nivel de abusos es equivalente o superior a los acontecidos en Darfur en el oeste de Sudán.
En algunos casos la junta ha conseguido mediante estos movimientos que la insurgencia étnica sufriese la estrategia de "divide y vencerás" para debilitar a la oposición étnica. Pero en lugar de traer paz al país, este acercamiento ha servido solo para perpetuar las tensiones étnicas.
De hecho algunos observadores creen que el régimen tiene poco interés en resolver un problema que ha sido durante mucho tiempo su razón de ser. "La diversidad étnica de Birmania ha sido una de las mayores justificaciones para la continuidad del gobierno militar", dice Win Min, analista birmano con base en Chian Mai, Tailandia, añadiendo que el ejército ve el gobierno civil como muy débil como para prevenir una potencial secesión de las minorías étnicas.
Si miramos la constitución de 1947, los militares siempre han creído que la solución civil a los problemas de división birmanos, tales como la autonomía local o el federalismo, con la opción de secesión en algunos casos, amenazan la unidad nacional y fomentan la inestabilidad.
El ejército sigue la máxima de que la diversidad es igual a la desunión, lema que se ha visto en algunos vehículos civiles-militares del Partido de la Unión Nacional, el partido que respaldaba a la Junta contra la Liga Nacional para la Democracia en las elecciones de 1990, así como en los de la Asociación para el Desarrollo, la Solidaridad y la Unión, una enorme organización establecida en 1993 que se prevé que se transforme en un partido político pro-junta para las elecciones de 2010.
Los esfuerzos del régimen para minimizar las expresiones de identidad étnicas en Birmania son también evidentes en la Constitución de 2008, que circunscribe la autonomía étnica y es una digresión del establecimiento de algo parecido a una unión federal, que es una demanda de los grupos étnicos.
"El proceso Constitucional / Electivo va en esta línea de marginar a los grupos étnicos", dice Sean Turnell, economista de la Universidad Macquarie de Australia, cuyas investigaciones se centran en Birmania. "Esto puede acabar volviéndose contra la Junta, como ha pasado con anteriores gobiernos", añadió.
Si la junta continúa con su militarismo en el Estado Shan, cerca del bien armado UWSA, puede que pronto vuelvan los fantasmas de pasadas insurgencias. La posibilidad de una renovada guerra étnica en la frontera de Birmania ha causado preocupación en los países vecinos, en particular en China, que es un aliado clave del régimen.
Los generales birmanos pidieron disculpas a Pekín después de que estos se quejasen por los ataques a los Kokang que produjeron unos 30.000 refugiados en las regiones chinas de la provincia de Yunnan. La junta se arriesga a minar sus relaciones con Pekín, dado que estos perciben la insetabilidad como un problema contrario a sus intereses.
Según K. Yhome, analista de la Fundación Observatorio de Investigación (Observer Research Foundation) en India, "la estabilidad política en Myanmar [Birmania] es la mayor preocupación en Pekín, en particular en sus regiones fronterizas".
Los planes chinos para la construcción de un puerto y un oleoducto que unan las costas birmanas con Yunnan van a ponerse en marcha este mes, y sin lugar a dudas Pekín no quiere que esto peligre por los problemas locales birmanos. El oleoducto tendrá 1.200 kilómetros de longitud y permitirá a Pekín unir el estrecho de Malacca y el sur de China para traer importaciones de petróleo de África y del Oriente Medio.
Dado que China "ha actuado a favor de la Junta en el Consejo de Seguridad de la ONU" (en palabras de Walter Lohman, experto en Asia de la Fundación Heritage), la llegada de flujos de refugiados a China parece una recompensa amarga. Hace solo tres semanas Pekín respondió a sus críticos diciendo que la decisión del 11 de agosto de volver a poner bajo arresto domiciliario a Aung San Suu Kyi es un problema interno de Birmania.
Irónicamente, la ofensiva birmana a lo largo de la frontera con China puede haber sido un mensaje de la Junta hacia Pekín, indicando que, efectivamente, el régimen se encarga de sus propios problemas internos de forma autónoma. También puede ser un aviso de la Junta indicando que hay otras posibles opciones para diversificar sus contactos con compañeros extranjeros.
El régimen tiene en verdad razones para creer que Pekín no es su único amigo. En tanto que la cuenta China sobre el petróleo birmano es de 16, el de la India es de 7 y el de Tailandia de 5. Además, India, Corea del Sur y la mitad de los miembros de la ASEAN (Asociación de Naciones del Sudeste Asiático, a la que pertenece Birmania) están invirtiendo en los enormes recursos naturales del país y compitiendo con China para establecer enlaces empresariales con los generales.
Según Turnell, el régimen puede estar devolviéndole a China la moneda al invertir esta en contratos de gas con Bangladesh en campos de gas en el océano que se disputan Bangladesh y Birmania.
En cualquier caso, aún está por ver hasta donde puede llegar la junta en su intento de molestar a China, o en diversificar sus contactos extranjeros. "Myanmar necesita preocuparse por los problemas chinos", según Jian Junbo, profesor adjunto de estudios internacionales en la Universidad Fudan, de Shanghai.
Si el régimen intenta luchar contra la UWSA o cualquier otra milicia étnica, esto puede ser como azuzar un avispero. Este tipo de inestabilidad política puede amenazar las inversiones chinas en Birmania, y la economía en expansión de Pekín no puede permitirse esto.
Por un lado Pekín no quiere una Birmania inestable, por otro está en permanente alerta ante cualquier acercamiento entre EE.UU. y la junta. No está claro si la ofensiva sobre los Kokang tiene algo que ver con la reciente visita del Senador Jim Webb a Birmania, pero la creciente presencia militar en el Estado Shan ha tenido lugar mientras la atención internacional se centraba en la visita de Webb y el juicio-circo contra Suu Kyi.
"A largo plazo, si EE.UU. mejora sus contactos con Myanmar, tendrá implicaciones estratégicas para Pekín, que quiere llegar al Océano Índico a través de Myanmar, así como los proyectos de oleoducto y gasoducto que planea", dijo K. Yhome.
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