¿Quién podría resistir la tentación? Después de todo, Aung San Suu Kyi es la mujer más popular del sureste asiático, un icono internacional de los Derechos Humanos y Premio Nobel de la Paz. Lo natural, debió pensar Barack Obama, era besar a La Dama. El presidente estadounidense desconocía que al hacerlo rompía la primera advertencia que las guías turísticas hacen a quienes visitan Birmania (Myanmar): "Las muestras públicas de afecto como besarse o abrazarse no son aceptadas". Los birmanos, al igual que sus vecinos de Camboya o Tailandia, prefieren guardar las distancias. El saludo acostumbrado consiste en juntar las palmas de la mano en señal de respeto, aunque el apretón de manos ha ganado terreno y es generalmente aceptado. La reacción de Suu Kyi ante el avance de Obama, tratando de esquivarlo discretamente, no hizo desistir al presidente. Tras besar a la opositora en ambas mejillas, pasó a abrazarla efusivamente.
El profesor de Estudios Asiáticos de la Universidad de Hawái, Michael Aung-Thwin, fue de los que se sorprendió de que Obama no hubiera sido instruido previamente por sus asesores sobre las normas de decoro local, extensibles a la mayor parte de Asia. "Retirarse [cuando van a ser besadas en público] es una reacción instintiva para las mujeres birmanas", decía Aung-Thwin en declaraciones al International Business Times. "Incluso para aquellas que han vivido mucho tiempo en Occidente".
Los fallos de etiqueta de Obama difícilmente sorprendieron a Aung San Suu Kyi, que estudió en el Reino Unido y estuvo casada con el académico de Oxford Michael Aris, muerto de cáncer en 1999. La escena, sin embargo, estaba siendo retransmitida en directo a millones de birmanos para quienes los besos deben mantenerse en privado incluso dentro de la pareja. "No es algo que deba hacerse delante de todo el mundo", asegura por teléfono Khin, secretaria en una empresa de exportación de arroz. "Pero de todas formas estamos encantados de que Obama haya venido".
El presidente estadounidense hizo una parada de seis horas en la antigua capital birmana de Rangún el pasado lunes para apoyar la apertura de la nación asiática, antaño joya del sureste asiático y estos días sumida en niveles de pobreza similares a los del África subsahariana. Las reformas, iniciadas en 2010 tras seis décadas de dictadura militar, han sorprendido incluso a los escépticos. La censura ha sido relajada, cientos de opositores liberados, los derechos de asociación o reunión restablecidos y el Gobierno puesto en manos civiles, aunque todavía bajo tutela de unas fuerzas armadas que siguen controlando los resortes del poder.
La importancia de la visita, que confirma el restablecimiento de relaciones entre dos países hasta hace poco enemigos, ha quedado por encima de los descuidos protocolarios de un Obama que durante su paso por el país no dejó de pronunciar erróneamente el nombre de Suu Kyi y se refirió al líder birmano como "presidente Sein", mutilando su nombre completo, Thein Sein.
Los gestos de cariño excesivos han puesto en un compromiso a otros líderes en el pasado. Laura Bush no pudo evitar un gesto de reproche cuando hace algunos años Jacques Chirac besó su mano en una recepción. Su marido, George W. Bush, sorprendió a Angela Merkel al acariciar su hombro durante una cumbre en 2006. Los birmanos, que estos días ven en el cine las muestras de afecto públicas de los occidentales, probablemente pasarán por alto el desliz de Obama. "Entienden que se trata de un extranjero que no conoce las costumbres", según Aung-Thwin.
Artículo de David Jiménez en El mundo.
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