Aung San Suu Kyi, en el despacho de su partido, la NLD, delante de un póster que evoca la fuerza de las flores y un amuleto birmano que siempre se mantiene en pie |
Es el icono viviente de una de las revoluciones contemporáneas más apasionantes: la vía no violenta hacia la democracia en Birmania. Premio Nobel de la Paz en 1991, fue liberada de su largo arresto domiciliario en noviembre pasado y simboliza la esperanza de su pueblo.
Una pyit-taing-htaung es la muñeca tradicional birmana con forma de huevo que, por mucho que lances al suelo, siempre acaba permaneciendo de pie. Casualmente, Aun San Suu Kyi tiene una en su despacho de las oficinas generales de la Liga Nacional para la Democracia (NLD), un edificio lleno de entusiastas y trabajadores militantes de todas las edades. Y sucede con ella lo mismo que con este popular tentetieso. Se ha pasado quince de los últimos veintiún años bajo arresto domiciliario. Los esfuerzos que la junta militar que gobierna despóticamente Birmania ha hecho para reducirla sólo han conseguido el efecto contrario. Incluso aislada en un país aislado, el prestigio internacional de Aung San Suu Kyi no ha hecho más que crecer. Muchos son los premios recibidos que reconocen su labor para instaurar los derechos humanos en su país. Y cada vez más, los activistas de todo el planeta que dan apoyo a su causa.
No es de extrañar que el cruel dictador Than Shwe tema incluso el poder de su nombre y no pueda tolerar que lo mencionen en su presencia. Por esta razón los birmanos han acabado refiriéndose a ella como la Dama (the Lady). El régimen también ha cambiado el nombre del país, que rebautizó Myanmar en 1989, la capital y la bandera. Pero no ha conseguido cambiar la devoción que el pueblo birmano profesa a Aung San Suu Kyi.
La suya es una vida de película. Tanto, que el cineasta francés Luc Besson ya la está rodando con la chica Bond Michelle Yeoh como actriz protagonista. O de novela orwelliana, pues a menudo se ha comparado la realidad birmana con el universo de opresión y control creado por el escritor George Orwell, a raíz de que este estuvo destacado allí con las fuerzas del orden colonial. O de tragedia griega, ya que la existencia de Aung San Suu Kyi parece marcada por el destino.
Hija del comandante Aung San, héroe nacional que negoció el tratado de independencia de Gran Bretaña poco antes de ser asesinado en 1947, Aung San Suu Kyi, nacida en Rangún el 19 de junio de 1945, hizo una larga travesía antes de volver a su país natal. Empezando por su adolescencia en India, donde su madre ejercía de embajadora. Estudió en Oxford, donde conoció a su esposo, Michael Aris. Trabajó en la Secretaría de las Naciones Unidas en Nueva York y vivió un tiempo en Bután, donde su marido, un especialista en cultura oriental, era tutor de la familia real. Su vuelta a Birmania para cuidar de su madre enferma coincidió con los deseos de apertura política de la población, hartos del Estado de partido único, como demuestra el levantamiento del 8 del 8 del 88.
Aung San Suu Kyi se convirtió rápidamente en una líder tan querida, que su partido, la NLD, consiguió la mayoría en unas elecciones no reconocidas por los militares, quienes con un golpe de Estado impusieron la actual dictadura. Desde entonces ha sufrido prolongados arrestos domiciliarios, el último de los cuales acabó hace varias semanas. Hoy por hoy su liberación es el último capítulo de esta casi siempre triste y estremecedora trama birmana. El futuro está lleno de esperanza, pero también de grandes interrogantes.
Tras tantos años silenciada, Aung San Suu Kyi piensa muy bien cada una de sus respuestas. Sabe que con sus declaraciones está hablando por todos los birmanos privados de libertad de expresión. Pero también lo hace por un extremo cuidado a no caer en un discurso negativo. Sus comentarios hacia los que la han tenido encerrada han buscado siempre el diálogo y el acercamiento en vez del reproche. Aplica en su quehacer político los principios del budismo que ella practica profundamente. Como el de la recta palabra: “Nuestras palabras deben provocar armonía entre los seres, ser amables y beneficiosas”.
Escucharla es algo parecido a recibir la lección de un monje sabio, no en vano ella buscó siempre consejos de este colectivo, que fue crucial en la frustrada revolución azafrán del 2007. Y es que los monjes son, junto con Aung San Suu Kyi, la otra autoridad moral de esta mezcla de barro y rubíes que es Birmania, una tierra llena de bellezas y de ciudadanos cordiales que padecen una brutalidad extrema.
P: El pueblo birmano, que la votó mayoritariamente hace más de veinte años, sigue creyendo en usted y en que le hará alcanzar la democracia.
R: Espero ser capaz de ayudar al pueblo birmano a tener más confianza en sí mismo. No quiero que dependan de mí. Quiero que dependan de ellos mismos. Si puedo ayudarlos a tener mayor confianza en ellos mismos, creo que entonces estaré satisfecha. Quiero que el pueblo birmano tenga la libertad, la seguridad y la oportunidad de intentar mejorar sus vidas, que aprenda a cuidarse y levantarse sin tener que depender de nadie.
P: Su carisma es tan grande que hay personas que vienen del extranjero expresamente para conocerla.
R: Hoy estoy muy feliz y a la vez impresionada porque entre las visitas había un ciudadano malayo de 90 años. Ha sido un honor para mí. Le dije que espero que viva por lo menos hasta los 100 años y vuelva a visitarme. Son muchos los ciudadanos asiáticos que nos dan su apoyo. Eso me alegra mucho, porque no siempre tenemos el apoyo que desearíamos de sus gobiernos.
P: Justamente este anciano dijo que no quería morir sin antes verla convertida un día en la primera ministra de Birmania, y son muchos los que comparten su opinión.
R: Realmente no estoy trabajando para ser primera ministra o presidenta, mucha gente me lo pregunta. Estoy trabajando para conseguir la democracia. Quiero establecer unas raíces profundas de democracia genuina en Birmania. Instituciones genuinas y democráticas duraderas y con las que ayudemos a nuestro país a avanzar hacia el progreso, la unidad y la paz. No se trata de quién será el primer ministro, se trata de establecer un proceso que permita a los ciudadanos escoger sus propios líderes.
P: Su lucha le ha comportado muchos sacrificios personales, como renunciar a vivir con su familia. Su marido murió sin que usted pudiera verlo, sus hijos han crecido lejos, y no conoce a sus nietos. ¿En todos estos años, ha tenido algún momento de debilidad, ganas de abandonar y exiliarse?
R: Nunca he considerado todo lo que he hecho como un sacrificio, porque fue una elección que hice. Escogí hacer lo que estoy haciendo. Por supuesto que añoro mucho a mis hijos y me gustaría estar más cerca de ellos, pero cuando lo comparo con las vidas de los presos políticos, veo que estoy mucho mejor. Muchos de ellos tienen sus familias a su cargo, y estas sufren mucho al estar ellos en la cárcel. Tienen dos problemas: preocuparse por su propia situación y por la de sus familias. En cambio, yo estaba encerrada en mi propia casa. Y mis hijos estaban bien, seguros y libres.
No tengo nada de que quejarme. No creo que tenga derecho a decir que he hecho muchos sacrificios cuando hay tanta gente que ha sufrido mucho más que yo o mi familia.
P: ¿Es el budismo lo que la ha ayudado a tener esta fortaleza en sus convicciones?
R: El budismo me ha ayudado de muchas maneras. Particularmente, a desarrollar un sentido de consciencia, y eso es muy importante en la política y en la vida. He tenido mucho tiempo para la meditación durante mis años de arresto domiciliario. La meditación te enseña lo difícil que es controlar tu propia mente y tus propios pensamientos, y aprendes cuán necesario es mantener tu vida bajo control. Mi vida no es nada normal. Pero lo importante es que yo la controle pase lo que pase. No se puede controlar todo lo que te pasa, pero sí tus respuestas.
P: La junta militar birmana tiene al país atemorizado. Birmania cuenta con uno de los ejércitos más extensos del mundo en el que invierte gran parte del presupuesto global. Muchos soldados sienten miedo, piensan aquello de “si no mato, me matarán”. ¿El cambio no llegará hasta que el pueblo birmano deje de sentir miedo?
R: El miedo es una cosa terrible. Corroe tu vida. El miedo aparta de ella lo que le da sentido. Cuanto más vives con miedo, más pierde valor tu vida. Todos tenemos que aprender a superar nuestros miedos. No estoy diciendo que tengamos que eliminarlos de nuestra vida. Los seres humanos somos susceptibles al miedo. La cuestión es no permitir que el miedo controle nuestra vida. Si lo más importante es controlar nuestra respuesta a lo que nos pasa, no hay que permitir que el miedo sea nuestra respuesta.
P: Algo que da mucho miedo en Birmania son los centros penitenciarios, donde dudosamente se respetan los derechos humanos. Volviendo al problema de los presos políticos, son más de 2.000...
R: ... y más de 400 son mujeres. Las mujeres siempre han estado implicadas en el movimiento por la democracia y lo han padecido. Entre los presos políticos hay también líderes estudiantiles y por supuesto, muy importantes para nosotros, numerosos líderes de las diferentes etnias nacionales que hay en Birmania. Es crucial que todos ellos sean liberados para que tomen parte en el proceso político. Si no se incluyen, el proceso no tendrá ninguna credibilidad y no podremos avanzar hacia la reconciliación nacional. Muchos creen que la reconciliación nacional es sólo un eslogan, pero es una absoluta necesidad para nuestro país, para conseguir un progreso verdadero, la estabilidad y la paz.
P: Y como parte de este proceso, usted siempre ha buscado el diálogo con el general Than Shwe o representantes de la junta. Pasadas unas semanas tras su liberación, ¿hay ya una fecha de encuentro?
R: No, de momento no hay planes para un encuentro, pero en cualquier caso, si lo estuviéramos planeando, no pienso que sea una buena idea hacer publicidad de este evento antes de que haya podido tener lugar.
P: ¿Pero tiene mucha esperanza en que llegue ese día, y también mucha esperanza puesta en el contenido del encuentro?
R: Claro que lo esperamos, y no es sólo esperanza. Creo que un día todos los problemas de Birmania tendrán que ser resueltos a través de una negociación. No existe otro modo, a menos que uno crea en la violencia, y yo no creo en la violencia.
P: Según los estudios del 2010 de la organización Transparency International, Birmania es uno de los tres países más corruptos del mundo, después de Somalia y Afganistán. La población debe recurrir constantemente al soborno y al mercado negro. La vida cotidiana en Birmania es...
R: ... es difícil. Pero la gente se adapta, quizá demasiado fácilmente. Quizá si trabajasen para el cambio en vez de adaptarse... Aunque tras mi liberación me he dado cuenta de que la gente está más mentalizada y sabe que debe implicarse para que llegue un cambio de régimen. Cada vez hay más ciudadanos que quieren este cambio y ven que no podemos seguir así esperando sobrevivir día tras día.
P: Además, sorprende ver el contraste entre la gran pobreza en la que viven los birmanos en medio de un país lleno de recursos naturales como gas, petróleo, oro, piedras preciosas... De hecho, es el primer productor de madera de teca y de rubíes del mundo.
R: Si hablamos de recursos, los recursos humanos son lo más importante. Lo que sucede hoy en día es que Birmania depende demasiado de sus recursos naturales, que, además, sólo benefician a ciertos sectores del país. Pero no se presta suficiente atención a los recursos humanos. Necesitamos invertir más dinero en el sistema sanitario y en educación. Sólo así nos aseguraremos de que nuestra gente sea más valiosa en el futuro. Los recursos naturales pueden agotarse, pero los humanos están en constante renovación. Hacen falta políticas de inversión responsables, también lo dice el Fondo Monetario Internacional. Y eso sólo se consigue en democracia.
P: Muchos delitos que se cometen en Birmania están relacionados: expoliación de los recursos naturales y agresiones al medio ambiente realizadas en condiciones de trabajo infrahumanas sólo para que unos pocos se queden con el beneficio. ¿Una de las cosas que harían falta es mayor transparencia y mejora en las condiciones de trabajo, a veces en proyectos con capital extranjero? ¿Cuál es la responsabilidad de estas empresas?
R: ¿No es de hecho la obligación del gobierno asegurar que las empresas extranjeras establecidas en Birmania traten correctamente a nuestra gente? No creo en culpar a los otros. Primero debe ser el gobierno de este país quien proteja los derechos de su pueblo contra todo tipo de empresa extranjera que quizá no los trate bien.
P: ¿Los países occidentales deben continuar aplicando sanciones a Birmania?
R: Hay muchas opiniones diferentes. Desde nuestro partido, la Liga Nacional para la Democracia (NLD), queremos ver qué tiene que decir el Fondo Monetario Internacional sobre el efecto económico de las sanciones. Hay efectos económicos, y también políticos y sociales. Queremos estudiarlos todos para poder revisar el estatus de las sanciones. Si se demuestra que estas perjudican al pueblo, entonces, obviamente, no desearemos que continúen. Queremos averiguar cuáles son los efectos reales de las sanciones.
P: La junta militar trata de evitar la entrada de medios de comunicación extranjeros, impedir que usted sea entrevistada y que su voz llegue a todo el mundo. Pero ahora, si no requisan este material, puede hacer llegar un mensaje a los ciudadanos españoles.
R: Sí. Creo que ustedes están familiarizados con la lucha y con el sufrimiento. Pienso que gracias a esto serán capaces de entender la situación en que viven los birmanos, y espero que nos ayuden tanto como puedan. Aunque sólo sea interesándose por lo que está sucediendo aquí.
Visto en Magazine digital vía Meneame.
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