En el último lustro, desde el inicio de las reformas económicas allá por 2011, la apertura de Myanmar al mundo parece haberse precipitado. Yangón, la antigua capital del país hasta que se cambió por la ciudad de Naypyidaw, está en un punto de inflexión.
La colina de Singuttara, coronada por la pagoda Shwedagon (Francesc Morera) |
Estimulado por una apertura sin precedentes en el gobierno y un proceso de reforma radical, Myanmar está entrando en un período de desarrollo acelerado. Los cambios en Yangón, la que fuese hasta 2005 la capital se están produciendo a gran velocidad y decenas de empresas extranjeras, principalmente del sudeste asiático han tomado posiciones para quedarse con una parte de este gran pastel. Para dar cabida a esta marea de nuevas empresas se han construido decenas de nuevas torres de hoteles, oficinas y apartamentos. Se han derribado antiguos edificios coloniales, y otros muchos se han recuperado siendo la sede de empresas y de hoteles internacionales.
Sin una planificación adecuada, la ciudad podría seguir el camino de muchos de sus vecinos asiáticos en la pérdida de su carácter y patrimonio arquitectónico, y convertirse en una ciudad contaminada y congestionada pues el número de coches en estos cinco años se ha triplicado. O podría transformarse en una de las ciudades más hermosas y habitables de la región. Las decisiones tomadas durante los próximos dos años darán forma a la mayor ciudad de Myanmar para el resto del siglo. Y es que según el informe 2013 de Myanmar de McKinsey, la población de la capital podría ascender de 4 a los 10 millones en 2030.
La pagoda Shwedagon, en Yangón, con una antigüedad de más de 2.500 años, brilla desde lo alto de la colina de Singuttara como un faro que ilumina la ciudad. No solo es el corazón de Yangón, espiritual y geográficamente hablando, sino un lugar de peregrinaje y patrimonio de todos los birmanos y el icono más reconocible del país.
La imponente pagoda Shwedagon, de 2.500 años de antigüedad. (Francesc Morera) |
En enero, la Comisión de inversión de Myanmar dio luz verde a la construcción de un terreno situado a los pies de la pagoda que se desplegará en torno a 72 acres y que se desarrollará en varias fases para uso residencial y comercial. Este proyecto se llama Dagon City y lo llevará a cabo una joint venture entre la multinacional Marga Landmark y la local Thu Kha Yadanar. La voz de alarma la dio un grupo de ingenieros y expertos en planificación urbana, que afirmaron que los trabajos de excavación para los cinco proyectos corrían el riesgo de alterar el nivel freático por debajo de la colina de Singuttara y potencialmente dañar los cimientos de la pagoda, amenazando la solidez de su estructura. Desde ese momento se inició un debate en todo el país, y se creó una plataforma ciudadana muy activa de más de 10.000 personas, que piden la protección de este sitio único en el mundo. Sólo hay que ver los errores cometidos en otras partes de la ciudad. La Pagoda Sule en el centro urbano, ha sido eclipsada en los últimos años por los grandes desarrollos comerciales, un ejemplo instructivo de lo que supone el desarrollo excesivo. No se deben escatimar esfuerzos para evitar incurrir en el mismo error con la pagoda Shwedaagon.
Hay que decir que hasta la fecha, ninguno de los estudios llevados a cabo sobre el impacto que las excavaciones tendrían sobre los cimientos de la pagoda asentada sobre la colina Singuttara, sobre la que se alzan Shwedagon y otras dos pagodas ha sido definitivo, pero existe un riesgo real y por ello en febrero de este año se aprobó un periodo de suspensión del proyecto para realizar un estudio más profundo por un equipo independiente. De esta inspección se recomendó el reducir la altura de los edificios proyectados de 190 pies (57 metros) y cambios en el diseño. El periodo de suspensión sigue de momento activo, esperando a que las empresas constructoras respondan a las recomendaciones y adapten el proyecto. La primera fase, Dagon City 1 se ubicará sobre 22 acres, (unos 90.000 metros cuadrados) lo que supondrá una inversión de 300 millones de dólares que incluyen un hotel de cinco estrellas, apartamentos y centro comercial. Es más que probable que el proyecto salga adelante, pero todo y que se cumpla con los nuevos requisitos, el entorno y las vista de y desde la pagoda ya no volverán a ser nunca más los mismos si no se adapta la normativa urbana para proteger el patrimonio.
No se puede detener el progreso, especialmente en un país que ha pasado tantas décadas soñando con él, pero si no se crean leyes que protejan el patrimonio, una de las mayores riquezas de este país, se corre el riesgo de que se pierda la propia identidad del pueblo birmano.
Artículo de Ana Morales en Gea PhotoWords.
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