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Yangón, la destartalada antigua capital de Myanmar

lunes, 23 de agosto de 2010

La primera vez que pisas Myanmar notas que has llegado a un país diferente. Diferente en el sentido de que te notas caminando por un lugar anclado en el tiempo. Sus edificios, con aspecto medio abandonado, sus vehículos viejos y deteriorados, las calles a medio pavimentar o con tremendos baches, y un largo etc., hacen que te preguntes si aquí se paró el progreso. Realmente es así, se paró el progreso, y todo “gracias” a los intelectuales de la Junta Militar Birmana, que ha dejado al país con una inflación galopante y un estado a mitad hacer.
Las grandes avenidas de Yangón dejan a ambos lados bloques de edificios enormes pero con el siempre omnipresente moho que cubre la mayor parte de las fachadas producto del los monzones y la pasividad por su restauración.

Los socavones o la ausencia de pavimento hace que se formen auténticos barrizales en algunas de sus calles. La gente transita por donde puede y los hay que acampan para montar los puestos de comida callejeros, de los cuales hablaremos en posteriores artículos.
A pesar de ello (o por culpa de ello) la gente suele vivir en la calle literalmente. Ver grupos de gente simplemente dejando que pase el tiempo o a la espera de algo, o reunidos en un puesto callejero suele ser una estampa habitual. Así y todo toda la gente de Myanmar suele estar en un “no parar” y más teniendo en cuenta que es una sociedad muy pobre (bueno, los militares no parecen serlo...).
Las antenas parabólicas son muy comunes en la ciudad, y con solo mirar hacia arriba puedes ver miles de ellas apuntando cada una a una dirección. Están fabricadas semi-transparentes con una especie de malla que digo yo que debe ser para que en las época de intensas lluvias el agua no se empantane y pueda pasar a través de ellas.
Otra de las cosas que también llama la atención es el tema del tendido eléctrico y las comunicaciones. Miles de cables se aglutinan en los postes de alta tensión preguntándote quien será el listo que se atreva a poner aquello en orden…
Paseando por Yangón encuentras al “ingeniero, al señor que debe hacer frente (con mucho ingenio) a todo este caos eléctrico.
Lo mejor de todo es que cuando llega la noche cortan la electricidad para ahorrar energía y la ciudad emprende una nueva vida con el sonoro ruido de los generadores de gasóleo que permiten a los restaurantes y comercios poder seguir con su ritmo diario. La única forma de guiarte con tan poca luz es siguiendo las luces de los coches, y si a esto le añades unas “suaves lluvias” que han caído por el día, el aspecto que se queda en las calles de Yangón es deplorable para tratarse de una antigua capital de Myanmar.
Visto en Con mochila.

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