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Aung San Suu Kyi no quiere musulmanes en sus listas electorales

martes, 8 de septiembre de 2015

  • El partido de la Premio Nobel margina una comunidad que equivale al 5% de la población
  • El objetivo de la medida es evitar las críticas del sector radical budista
  • La ambición de Suu Kyi le ha costado la estima de defensores de los Derechos Humanos
La Premio Nobel de la Paz, Aun San Suu Kyi,
durante un evento en la localidad de
Hsiseng, en Birmania
Se invirtieron muchos fondos y mucha esperanza para que las elecciones generales que celebrará dentro de dos meses Birmania fueran las más libres de su Historia reciente. El leve aperturismo promovido por la Junta militar que gobernó el país durante medio siglo y la participación, en libertad, de la laureada Premio Nobel de la Paz, Aung San Suu Kyi, hacían confiar en que los comicios trazaran una nueva dirección en el país asiático.

Sin embargo, a falta de horas para que se inaugure oficialmente la campaña electoral que comienza hoy, martes, y tras las denuncias de numerosas irregularidades -en el censo figuran ciudadanos fallecidos y faltan los nombres de muchos birmanos vivos, entre otros puntos cuestionables- la lista autorizada de candidatos cae como un jarro de agua fría sobre el optimismo: ni uno sólo de los nombres es el de un candidato musulmán, marginando a una comunidad que equivale al 5% de la población.

Según la prensa local, de los 88 nombres impugnados por la Comisión Electoral un tercio corresponden a candidatos musulmanes, principalmente del Estado de Rakhine: la razón esgrimida es que los padres de los candidatos no eran ciudadanos birmanos en el momento del nacimiento del contendiente, algo desmentido por los afectados.

"Podemos mostrar los documentos que lo prueban si nos los piden, pero no los van a tomar en cuenta. Sentimos que nuestros derechos han sido violados bajo el llamado Gobierno democrático", lamentaba Zaw Min, presidente del Partido para la Paz y el Desarrollo Nacional, cuyos seis candidatos fueron excluidos de la carrera electoral.

Es sólo un ejemplo más de la discriminación de toda la comunidad en estas elecciones: cientos de miles de nombres de birmanos musulmanes han desaparecido de las listas electorales en el estado de Rakhine pese a que no tuvieron problema en participar en citas electorales anteriores.

El pasado febrero, una nueva ley autorizaba el voto a los Rohingya -perseguidos en Birmania, donde son vistos como ciudadanos de segunda categoría y tachados de inmigrantes bengalíes- siempre que dispusieran de las llamadas tarjetas blancas que les registraba ante las autoridades: el rechazo de los budistas a la medida fue tal que fue revocada por el Gobierno.

Lo más sorprendente es que la discriminación se extiende a las listas del principal partido opositor, la Liga Nacional para la Democracia de Aung Sa Suu Kyi, quien también optó por no incluir nombres de representantes islámicos. Un veterano de la Liga deploraba, en declaraciones a AFP, que "ni un sólo musulmán" figure entre los 1.000 candidatos presentada por la facción de la Premio Nobel.
El religioso Wirathu, autodenominado
el Bin Laden birmano, en Mandalay
"Debe tener miedo" a los monjes, explicaba en referencia al movimiento budista liderado por el religioso Wirathu, quien se autodenomina el Bin Laden birmano y promueve la islamofobia entre la sociedad mediante leyes como la presentada el pasado diciembre por su coalición Ma Ba Tha, apodada "ley de protección de la raza y la religión", que restringe los matrimonios interconfesionales, la conversión religiosa, la poligamia e incluso impone plazos para distanciar los partos, medidas destinadas a la comunidad musulmana.

Las leyes fueron aprobadas en el Parlamento, para desmayo de las ONG, y firmadas recientemente por el presidente Thein Sein. Wirathu amenaza con atacar a cualquier partido que ose intentar derogarlas en el Parlamento.

El conocido diputado opositor musulmán Ko Ni asegura que el liderazgo de la Liga ha excluido expresamente a sus candidatos musulmanes para aplacar los ánimos del sector budista más radical representado por Wirathu. "Una quincena de musulmanes se han postulado para ser candidatos pero el Comité Central no los ha elegido", afirmó el legislador al diario Irrawaddy. "Si la LND hubiese elegido a candidatos musulmanes, esos grupos habrían resaltado que la Liga es un partido musulmán".

Una estrategia para no perder votos

"La gente percibe todo esto como discriminación religiosa. Muchos musulmanes están diciendo que no votarán", añadía otra fuente de la misma formación, citada por la agencia francesa. Todo parece indicar que la exclusión de candidatos musulmanes en sus listas es una estrategia -como lo fue, en su día, negarse a condenar la persecución de la minoría Rohingya- para no perder votos a cuatro semanas de los comicios.

La coalición Ma Ba Tha y los monjes más radicales suelen caracterizar a Suu Kyi como "amiga de los musulmanes" con el objetivo de hacerle perder apoyo social. Los denostados esfuerzos de la LND para despojarse de esa imagen, a costa de ignorar los derechos básicos de la minoría musulmana -se calcula que supone un 5% de los 51 millones de habitantes- le está costando críticas de activistas y analistas. "El giro a la derecha está siendo preocupante", evaluaba el analista Khin Zaw Win, del think tank Instituto Tampadipa de Rangún. "Es un mal augurio para los musulmanes de este país", añadía.

Los comicios del 8 de noviembre serán las primeras elecciones generales que vive el país desde que la Junta renunciase a parte del poder en 2011 para designar un gobierno civil -fuertemente controlado por los uniformados- y la mejor oportunidad política para Suu Kyi. Hasta ahora, otras convocatorias electorales habían confirmado el apoyo social a La Dama -en 1990 la victoria de su formación fue abrumadora, logrando el 80% de los escaños: el régimen militar anuló los resultados- aunque la ambición política de Suu Kyi es tan desmedida que le ha costado la estima de muchos defensores de los Derechos Humanos dentro y fuera del país.

Su silencio ante la represión de la comunidad Rohingya, la misma que protagonizó el éxodo por la Bahía de Bengali hace unos meses y que suele terminar esclavizada en campos de Tailandia o Camboya en su huída hacia Malasia, o su tácita alianza con el general Shew Mann, presidente del Parlamento recientemente depuesto por el presidente birmano, mancillan su imagen.

El pasado 13 de agosto, policías armados rodearon la sede del oficialista Partido Unión, Solidaridad y Desarrollo (USDP) mientras miembros de la formación deponían a su presidente: en los mentideros políticos locales se rumorea que fue la forma del presidente, el general Thein Sein, de deshacerse de su adversario en la formación, quien habría estado dispuesto a pactar con Aung Saan Suu Kyi para ser presidente del país a cambio de la dirección parlamentaria, una forma de abrir huecos para una eventual reforma constitucional.

La Liga Nacional Democrática confía en volver a renovar los buenos resultados del pasado pese a las estratagemas del régimen. "Hemos encontrado numerosos errores en el censo. Mi nombre, por ejemplo, no aparece en la lista de votantes de mi distrito", estimaba Nan Khin Htwe Myint, miembro del Comité Ejecutivo central de la LND en declaraciones al diario birmano The Irrawaddy. "Con la experiencia del fraude generalizado de los votos anticipados en las pasadas elecciones, consideramos muy mal signo que la mitad de las listas electorales incluyan datos erróneos", añadía.

Las irregularidades podrían afectar a "entre el 30 y el 80% de las listas", según el presidente del Partido Arakan Aye Thar Aung, quien expresaba en declaraciones al mismo medio su temor a que una victoria masiva de la LND provoque que "el partido en el poder no transfiera sus competencias al nuevo Parlamento".

El 25% de los escaños del Hluttaw, con los militares
Incluso una victoria electoral no garantizaría a la Liga de Aung Saa Sun Kyi acceder al poder. La democracia disciplinada, como la califican los militares birmanos, no deja espacio a las decisiones de la mayoría. El 25% de los escaños del Hluttaw [Cámara Baja] están en manos de los militares que disponen de veto ante cualquier modificación de la Constitución, lo que impide por ejemplo que Aung San Suu Kyi pueda deshacerse de la enmienda constitucional que excluye a cualquier candidato con familiares directos extranjeros -sus hijos tienen nacionalidad británica- del cargo de presidente.

Además, una cláusula constitucional obliga a dejar en manos de los militares los ministerios de Defensa, Interior y Fronteras. La Comisión Electoral encargada de vigilar los comicios está presidida por un antiguo general que fue diputado del USDP. Es incluso cuestionable que pueda gobernar salvo que logre imponer a sus candidatos en dos tercios de los escaños en liza, aunque nada le impide confirmarse como la llave de cualquier coalición que aspire al poder.

El periodo post-electoral se perfila aún más desafiante que el voto en sí: queda por ver si los militares aceptarían una eventual mayoría parlamentaria de la oposición democrática y los partidos minoritarios, sobre todo después del precedente de 1990, cuando las elecciones quedaron anuladas tras registrarse una victoria masiva a manos de la LND.

La voluntad de diálogo no es el fuerte de Thein Sein y los militares son reacios a perder el estatus quo. El partido oficialista USDP, brazo político de la Junta militar, considera que ninguna facción conseguirá la mayoría. "Digamos que los representantes de los 14 estados y los militares están en el mismo barco navegando hacia la democracia. Pueden encontrar marejada y otras dificultades juntos, pero si trabajamos juntos, los militares conocerán las dificultades que enfrentamos y podrán ayudarnos. Pero si nos quedamos solos, no comprenderán los desafíos y no estarán de nuestro lado", argumentaba Tin Maung Oo, miembro del Comité Central del USDP. "Cuantas más dudas y dificultades, más posibilidades de que haya otro golpe como en Tailandia. Por eso, por el momento el 25% de legisladores militares debe continuar".

Visto en El mundo.

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