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Birmania cambia a dos velocidades

jueves, 31 de mayo de 2012

Tras el fin del arresto domiciliario de la Nobel birmana Aung San Suu Kyi, su país ha vivido más cambios en el último año y medio que en cinco décadas. Después de las elecciones parciales de abril, la comunidad internacional ha mostrado apoyo a las reformas del Gobierno. En el área económica, las cosas se mueven rápido, pero la transición hacia la verdadera democracia va más despacio.


Peluquería de un barrio popular de
Rangún con una de las camisetas de
propaganda de Aung San Suu Kyi,
que han dejado de estar prohibidas
Con las cuatro de la mañana. Se oye un ruido metálico. Es la persiana del restaurante Shwe Htoo. Se abre puntual como cada día, sin descanso, y Soe Htet Naing empieza su jornada de 10 horas. Como siempre, los chicos del segundo turno lo dejaron todo limpio a medianoche, y ahora él sirve la mohinga. Es una sopa de pescado con fideos que, para los que se la pueden permitir, es el desayuno nacional birmano.

Soe Htet Naing afirma tener 14 años. Quizá tiene razón, y parece ser más pequeño debido a la complexión asiática. Cobra unos 20 euros al mes, pero los dueños del local, situado en la bulliciosa y céntrica Anawarahta Road de la ciudad de Rangún, le procuran el alojamiento. Es uno de los muchos adolescentes venidos de las castigadas zonas rurales que buscan oportunidades en la que fue la antigua capital. Ha crecido oyendo hablar esperanzadamente de Aung San Suu Kyi y de la democracia, pero sin saber realmente de qué se trataba. La dama era una presencia fuera de campo, una piedra en los zapatos para los militares de la Junta, pero a quien no había visto nunca hasta el fin de su arresto domiciliario y su campaña electoral por todo el país. Y lo de que Soe pueda conocer la democracia aún no tiene fecha exacta en el calendario.

Gracias a las elecciones parciales del pasado 1 de abril, en Birmania se han producido escenas públicas imposibles de ver durante medio siglo de férrea dictadura. En un ambiente festivo, miles y miles de ciudadanos de todas las edades han agitado banderas del partido de Suu Kyi, la Liga Nacional para la Democracia (NLD). Su rostro se repite en pósters, adhesivos y camisetas. Ha habido largas caravanas de respaldo tras los mítines, con el hip-hop como banda sonora que ha conectado con los más jóvenes. Y ha sido posible que los votantes, al salir de los colegios electorales, pudieran declarar a medios extranjeros como el Magazine: Estoy muy feliz, me siento muy libre, he podido votar a la NLD. El pueblo ha perdido el miedo y no esconde su sonrisa.

Las elecciones fueron un éxito, sobre todo para el gobierno, que a escala internacional ha conseguido legitimar su apertura. Estaba en juego sólo un 7% de los escaños que habían quedado vacantes en el Parlamento. Pese a que casi todos fueron ganados por el NLD, y Suu Kyi entra legalmente en la vida política, su triunfo es básicamente simbólico, y el presidente del partido, U Tin Oo, lo tiene muy claro. Este anciano de 85 años confiesa desde su mesa en la sede del partido: “No nos sentimos extremadamente orgullosos de tener esta pequeña representación”.

Tras una larga luchaañade– y sufrimiento en estos 24 años, queda un trabajo tan enorme para conseguir la verdadera democracia, que no podemos decir de manera exacta que estamos contentos, porque esto es sólo una pequeña pieza de esta lucha que continúa”.

Una vecina del barrio de Ahlone
 con un cheroot, un puro recubierto
de una hoja de maíz, típico de
la época del imperio británico
Hasta ahora, todo el mundo está haciendo su papel en este proceso de cambio birmano dirigido desde dentro por los propios militares, deseosos de mantener su impunidad. Se inició incluso antes de las cuestionadas elecciones generales de noviembre del 2010, las primeras en dos décadas. Las que dieron lugar al primer gobierno civil, con el exmilitar Thein Sein.


A diferencia de estas últimas elecciones, no se dejó entrar ni a periodistas y ni a obser­vadores internacionales.

La estrategia del país para recolocarse y salir de su aislamiento en el panorama actual globalizado empezó con la hoja de ruta ideada por el presidente Khin Nyunt. Una Convención Nacional escogida a dedo diseñó una nueva Constitución, aprobada en un referéndum sin garantías en el 2008. La que Suu Kyi y su partido querían “respetar” y no “salvaguardar, como finalmente tuvieron que decir en el juramento para poder tomar asiento en el Parlamento, donde un 25% de los escaños está reservado a los militares, como reza esa Carta Magna.

Además, con vista a las próximas elecciones generales del 2015, “según uno de los puntos de esta Constitución, ella no puede presentarse como presidenta porque no puede serlo nadie que tenga pasaporte no birmano, o que no lo tengan su cónyuge o hijos”, recuerda Rune Hersvik, un ingeniero noruego que ha venido a la sede del NLD para reunirse con U Tin Oo e invitar a Suu Kyi a su país en la que será su primera salida de Birmania desde 1988.

Rune Hersvik fue uno de los que consiguieron la licencia del gobierno noruego para que desde allí, el medio Democratic Voice of Burma enviara emisiones vía satélite a Birmania. Gracias a ellos, la población accedió a informaciones no censuradas. Sus reporteros se jugaron el pellejo, y el mundo entero pudo ver las imágenes de las brutales represiones contra las manifestaciones de monjes y población civil durante la revolución azafrán en el 2007. Hersvik espera su cita de manera paciente y educada, pero este hombre extremamente discreto no puede ocultar su satisfacción por haber podido entrar en el país: “Debido a mi implicación para crear este medio libre, hasta ahora yo estaba en la lista negra y no podía obtener un visado”.

El nuevo Gobierno también ha empezado a hacer la vista gorda con la libertad de prensa. Se han dado situaciones curiosas como que “el Ministerio de Información nos compre un artículo o foto para la portada de su periódico gubernamental”, presume en voz alta y no susurrando, como hablaba en encuentros anteriores, el periodista Nyan Linn. Es uno de los fundadores del medio digital Yangon Press International. Cuando ayudó al Magazine para la entrevista a Aung San Suu Kyi tras su liberación (publicada el 13 de febrero del 2011), no se atrevía a acercarse a los despachos del NLD y ayudaba a localizar el edificio desde dentro de un taxi al que, para despistar, se le pedía otro final de ruta. Nyan Linn se despide contento diciendo: “Ahora podéis publicar mi nombre”.

Una de las muchísimas tiendas de
oro y piedras preciosas del
mercado de Bogyoke Aung San
Hicieron falta pocos días tras las elecciones parciales para que Canadá suspendiera las sanciones económicas, la Unión Europea también, de momento por un año, y Estados Unidos declarara querer relajarlas. Los elogios a las reformas van acompañados de una letra pequeña: acabar con los conflictos armados y la violencia hacia las minorías étnicas, y la salida del resto de los presos políticos que no fueron liberados en la amnistía del 13 de enero de este año.

Uno de los liberados fue Ko Ko Gyi, un líder estudiantil durante el levantamiento de 1988 que se ha pasado 18 años en la cárcel. En la entrada de su organización, cerca del hospital Aung Yadana de Rangún, sorprende que se salude con el también ex preso político Min Ko Naing, riendo y haciendo bromas. “Tengo muchas ganas de visitar España, en la prisión leí un libro donde decía que sus habitantes son muy divertidos y llenos de humor”, dice. La burocracia hace que Gyi, de momento, no tenga pasaporte para comprobarlo, pero nadie mejor para enseñar que el humor es una de las mejores armas contra la adversidad.

Si Suu Kyi se vio involucrada en esta lucha a partir de los 43 años, separándose de su familia, a Ko Ko Gyi le pilló en la juventud. Como muchos de su generación, se entregó a la causa como si fuera su amada, e igual que Suu Kyi, ha sacrificado su vida personal: “Sí, pero yo no quiero mencionarlo, porque hemos hecho una inversión para nuestra comunidad, y eso es mucho más importante que las pérdidas personales. No me arrepiento. Estamos orgullosos y satisfechos. Y el sentido del humor ha sido determinante. Si no lo tienes, estás cansado y enfadado. Cuando en la cárcel nos torturaban, ¡hacíamos bromas entre nosotros de lo que nos pasaba! Cuando nos golpeaban, hacíamos una danza muy bonita para intentar evitar los golpes. Esto y el budismo theravada nos han ayudado a soportar el sufrimiento. Ahora todo el mundo habla de cambio, cambio, cambio, repitiéndolo hasta la saciedad. Pero las clases más pobres no están viendo estos cambios, y el problema es que en Birmania estas clases son las más amplias”.

Dos jóvenes lectoras que por primera
vez pueden encontrar en la prensa
noticias como la del triunfo de Suu Kyi
En este país todo está por hacer: el largo camino hacia un verdadero Estado de derecho, saneando los sistemas judicial y político; también se debe dotar de eficaces sistemas sanitarios y educativos e infraestructuras, empezando por la red de carreteras. Y falta que entre sus 60 millones de habitantes se desarrolle una clase media “para vendernos baratijas de plástico y cacharros electrónicos, cosas que atraen a la gente porque nunca las vimos”, afirma Yin Min Han. Chicas como ella empiezan a formar esa incipiente clase media. Tiene 32 años, escribe novelas juveniles bajo el seudónimo de Pyo Let Han y vive cerca del centro de Ko Ko Gyi, en el área de Tamwe, “donde las bibliotecas son algo muy difícil de encontrar; de hecho, en toda la ciudad”, señala.

Además, edita la revista Women Can Do It. “El 51% de los birmanos son mujeres, pero están silenciadas. Las mujeres no se aceptan como líderes, Suu Kyi es la excepción porque es hija del gran héroe de este país, Aung San, por esto la gente la aceptó, pero para otras mujeres hay muy poco lugar”, apunta. Cabe precisar que de los 43 asientos en el Parlamento conseguidos por el NLD, 13 son mujeres.

Yin Min Han también se preocupa por llevar a la práctica el concepto de reconciliación nacional. Recientemente ha visitado un campo de refugiados del estado Kachin. “Quería escuchar la voz de los jóvenes kachin, sacar fotos de cómo viven los refugiados, los niños que viven bajo el miedo. No quiero que, cuando crezcan, ese miedo no pueda desaparecer y se convierta en odio hacia los birmanos. Tienen que conocer a otros birmanos que no sean sólo los militares que los atacan o los desplazan para construir presas. Tenemos que invertir en las generaciones jóvenes que son el futuro de nuestro país, porque las viejas no pueden cambiar”. Birmania es un país formado por varios estados y etnias, con las que el Gobierno central mantiene o ha mantenido conflictos armados. Pese a los intentos por conseguir el alto el fuego y garantizar que se cumplen unos requisitos, en el estado Kachin no ha sido posible. A menudo, en sus tierras o en las de los shan y los karen, se encuentran grandes fuentes de recursos naturales, que se explotan sin tener en cuenta el impacto social ni ambiental.

Cuando en febrero, Tomás Ojea Quinta, el relator de Derechos Humanos de las Naciones Unidas para Birmania, se encontró con representantes karen víctimas del conflicto armado, le dijeron que era hora de pensar en el futuro y no en el pasado. Él siempre abogó por investigar y sancionar las violaciones de los derechos humanos, y propuso la creación de una comisión de investigación por la comunidad internacional por crímenes de guerra y contra la humanidad. “Hoy no parece viable por el reacomodamiento de las posiciones de los países más influyentes en las Naciones Unidas –explica–. La nueva Comisión Nacional de Derechos Humanos de Birmania no es ni imparcial ni independiente para llevar adelante esta tarea. Y el poder judicial continúa viciado. Sin embargo, el Parlamento, con la incorporación del NLD, podría ser un espacio institucional donde iniciar el proceso de verdad y justicia. Espero tratar estos temas en mi próxima misión en el país este agosto”.

En el estado Kachin se empezó a construir la presa de Myitsone. Si se acabara, sería una de las más grandes, con una superficie superior a siete veces la de una ciudad como Barcelona. Es un desastre ecológico y humano, pues abarca una zona de 47 pueblos kachin con más de 10.000 habitantes desplazados. Es tan controvertida que el presidente Thein Sein dijo haber suspendido su construcción.


En pocos meses, las oscuras calles de
Rangún se han iluminado con grandes
pantallas que emiten spots y se
han llenado de vallas publicitarias
La presa de Myitsone es como el conflicto armado. Dicen que hay alto el fuego, pero siguen luchando. Secretamente, creo que continúan. He visto vehículos chinos en la zona”, comenta Yin Min Han.

A finales de marzo, la oficina de frontera china pidió permiso al gobierno del estado Kachin para que entraran 500 trabajadores y material para continuar. En el proyecto están involucradas grandes compañías hidroeléctricas chinas como CPI, que consiguieron pactos “insultantes”, según algunos birmanos, como que la mayor parte de la energía producida vaya directamente a China durante décadas.

Así no hay beneficio real para nuestro país. Estamos creciendo, y somos nosotros los que necesitamos la energía. ¿Por tanto, por qué tenemos que darla a los chinos? China es uno de nuestros países vecinos, y muy poblado. Tenemos que ser muy diplomáticos con ellos y no enfrentarnos, pero a la vez, procurar no darles un exceso de oportunidades”. Esta es la opinión de Minn Minn Oung, director de las compañías Brilliant Oil Corporation y Silver Wave Energy. La información sobre él que se puede encontrar en Wikileaks, aparte de las cifras con muchos ceros que mueve, lo describe como uno de los camaradas ligados al régimen más jóvenes y con futuro de toda Birmania.

Nacido en 1974, a los 20 años empezó con una compañía de exportación de productos agrícolas, y gracias a las influencias ahora tiene la licencia de explotación de múltiples pozos de petróleo, gas, bosques de madera de teca y minas de oro como la del área de Singu, a 100 kilómetros de Mandalay. Por no mencionar sus tratos en transportes y comunicaciones, donde ha conectado al Ministerio birmano con su homónimo japonés. Lo increíble es cómo consigue gestionar todo con la pésima conexión a internet que tiene, incapaz a veces de enviar un e-mail, pese a que su empresa se aloja en la suite 715 del hotel Traders, recinto de lujo de la Sule Pagoda Road, una de las principales avenidas de Rangún. Aun frente a preguntas incómodas como la protección del medio ambiente o los derechos de los trabajadores, Oung se muestra encantado de ser entrevistado.

Pasa lo mismo con la familia multimillonaria que celebra una boda con la novia y las damas de honor envueltas en decenas de collares de diamantes en la primera planta del hotel. No les ha importado ser fotografiados, y se mueren, como el pueblo llano, de ganas de hablar con extranjeros. La élite que ha hecho lo que ha querido con este país durante tanto tiempo está cansada de tanto ostracismo y aburrida de tener sólo relaciones endogámicas. Y se ha dado cuenta de que depender demasiado de los chinos acabaría saliendo caro.

Los entusiastas seguidores de la
Liga Nacional para la Democracia,
el partido de Suu Kyi, celebran su
victoria delante de la sede del
partido el pasado 1 de abril
Al mover sus fichas, Birmania han entrado de pleno en la agenda internacional. Antes de la visita del secretario general de la ONU, Ban Ki Mun, hubo la de su consejero Vijay Nambiar, quien afirmó que “la nación tiene el potencial para devenir un tigre asiático si promueve la inversión, acaba con las restricciones financieras y encuentra expertos para desarrollar el país”. La Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (Asean) piensa lo mismo y ha ejercido presiones para que “se abra la veda”: señala que es de los mejores lugares del mundo donde invertir (claro que está bajo su zona de influencia). Es el benjamín que aún no ha crecido, y se espera que cuando el país haga el cambio, traiga consigo negocios para todos. Como premio, presidirá la asociación en el 2014.

La UE con su crisis, se ha volcado completamente. En las últimas semanas se han encontrado con Aung San Suu Kyi y con el Gobierno primeros ministros y ministros de Exteriores, a menudo acompañados de inversores. Atrás quedan los días en que los funcionarios no podían encontrarse con extranjeros sin la autorización del gobierno. “Nuestra embajada estaba al lado de una institución oficial, pero no podíamos reunirnos aunque se tratara de un asunto menor sin que el ministerio correspondiente diera su consentimiento. A veces, comportaba semanas o no ocurría nunca”, confiesa Katrin Frühinsfeld, segunda secretaria de la embajada alemana.

En breve, dejará de trabajar en Birmania, y no sabe qué país se encontrará si vuelve pasado un tiempo. Hoy, por sus calles de aceras destartaladas llenas de ruidosos generadores, la mayoría de los hombres aún se viste con una especie de falda llamada longyi, pide la cuenta con una especie de onomatopeya parecida a un beso y mastica tabaco. La mayoría de las mujeres aún se pone el polvo amarillo de thanaka para proteger su rostro y flores en el pelo. Pero Mango abrirá una tienda, los autos chinos Chery empiezan a sustituir a los viejos vehículos y hay publicidad por todas partes. El pequeño Soe Htet Naing continúa en el restaurante, haciendo sus diez horas diarias. Sigue curioso por saber qué significa eso de la democracia y si con ella mejorará su vida.

Texto y fotos de Txell Bonet, vistos en Magazine digital.

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