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Monjes siguen vigilados, dos años después

jueves, 1 de octubre de 2009

"Soy observado todo el tiempo. Me consideran un organizador. Me permiten salir del monasterio entre el mediodía y las dos de la tarde. Pero me siguen", relató el monje budista birmano U Manita.

"Estoy preparado para volver a marchar cuando se presente la oportunidad. No queremos esta junta (militar que gobierna Birmania). Y eso es lo que piensan todos en mi monasterio", agregó.

"Tradicionalmente, se supone que los monjes no debemos participar en la política. Los militares han gobernado nuestro país durante más de 40 años, y no les importa el bienestar del pueblo. Sólo se preocupan por ellos mismos y sus familiares, y por cómo permanecer en el poder para siempre. Fue por eso que el pueblo se levantó contra ellos", dijo U Pannacara, un monje de 27 años.

"En Birmania hay tres grupos poderosos: los ‘sit-tha’ (hijos de la guerra), es decir los militares; los ‘kyaung-tha’ (hijos de la escuela), que son los estudiantes, y los ‘paya-tha’ (hijos de Buda). Esos somos nosotros, los monjes", explicó.

Estos son apenas dos de los monjes cuyas voces se hacen oír. El informe "The Resistance of the Monks: Buddhism and Activism in Burma" (La resistencia de los monjes: Budismo y activismo en Birmania) fue presentado este martes por la organización Human Rights Watch (HRW), con sede en Nueva York, en vísperas del segundo aniversario del levantamiento de 2007 en Birmania.

Hace dos años, las calles de la ex capital Rangún y la central ciudad de Mandalay se inundaron de togas color carmesí, cuando miles de monjes marcharon desafiantes contra la junta militar de Birmania. Los transeúntes formaron un escudo humano para proteger de los ataques a los venerados religiosos.

Pero luego de varias semanas de protestas en 2007, más de 1.000 monjes estaban arrestados y detenidos, según el informe de HRW. Reportes señalan que algunos de los detenidos fueron torturados después que los militares lanzaron una ofensiva contra las manifestaciones, el 26 de septiembre de ese año.

Actualmente, los monjes de Birmania continúan siendo objeto de sospechas, restricciones e infiltración por parte de unas fuerzas armadas cautelosas en relación a su organización y a su influencia en este país principalmente budista de 54 millones de habitantes.

Un total de 237 monjes están en 43 cárceles y 50 campamentos en Birmania, sentenciados a décadas de prisión y trabajos forzados, según la Asociación de Asistencia a los Prisioneros Políticos (AAPP, por sus siglas en inglés), con sede en Tailandia.

Muchos fueron arrestados mientras protestaban en las calles o durante violentas redadas nocturnas contra monasterios en todo el país.

"Cuando los monjes comenzaron a marchar en las calles fue un momento fundamental en la historia birmana moderna", dijo David Mathieson, asesor birmano de HRW, durante la presentación del informe, en el Club de Corresponsales Extranjeros de Tailandia, en Bangkok.

"Los monjes budistas de Birmania no son simplemente una de las instituciones clave del país. En cierto sentido constituyen un barómetro de los ideales sociales. Salen a las calles, se convierten en actores públicos, cuando las cosas se ponen muy mal no pueden quedarse en silencio", añadió.

En un país donde los monjes son reverenciados y ejercen una influencia enorme, la historia de la comunidad birmana Sangha ha estado marcada por movimientos revolucionarios y radicales que catalizaron acontecimientos de importancia nacional, como la lucha de Birmania por independizarse de los británicos y las protestas contra los militares entre los años 70 y los 90.

"Probablemente ellos sean la institución más poderosa del país, después de los militares", dijo Mathieson.

Lo que desató las protestas de 2007 fue, principalmente, una decisión del Consejo de Estado para la Paz y el Desarrollo (SPDC), como se llama oficialmente la junta, de eliminar los subsidios a los combustibles que dispararon los precios del diésel y la gasolina, los billetes de autobús y otros elementos.

Esto se sumó a la situación ya dura del año anterior, cuando los precios de los productos básicos aumentaron 40 por ciento.

En los 45.000 monasterios registrados en Birmania hay unos 400.000 monjes, según HRW. Pero Bertil Lintner, autor del informe, dijo que no se sabe "exactamente cuántos se fueron a casa" luego de las protestas de septiembre de 2007.

"Muchos huyeron, sin toga, para ocultar el hecho de que eran monjes mientras escapaban", agregó.

Vestidos de civiles, se informó que varios escaparon o bien hacia el este, en dirección a la frontera tailandesa, o bien hacia el oeste, rumbo a India.

Al compilar el estudio de HRW, Lintner, quien informa desde Birmania desde hace tres décadas, entrevistó cerca de la frontera con Tailandia a monjes que se las arreglaron para escapar de prisión.

Uno de los religiosos a los que entrevistó pudo huir subiéndose a un autobús. "En el puesto de control previo a la frontera se bajó y fingió ser un ayudante, rompiendo billetes y cambiando engranajes", relató Lintner.

"El conductor del vehículo era totalmente consciente de lo que estaba ocurriendo, pero siguió el juego. A los choferes y a sus asistentes no los revisan, y él se las arregló para, finalmente, cruzar la frontera y vivir allí", agregó.

Por estos días, la junta también ha intensificado sus controles. Medios de comunicación de exiliados birmanos informaron que, el 22 de agosto, la Liga Sangha emitió un comunicado diciendo que estaba trabajando con otros 14 grupos políticos para planear un boicot contra los militares, similar al levantamiento de 2007.

Mientras, se ha difundido la idea de que la junta ubica monjes en monasterios a fin de recabar información sobre sentimientos y planes de sus pares. "Ellos quieren mostrar ‘miren, estamos aquí y los estamos controlando’. Eso es intimidación. En los monasterios hay muchos informantes infiltrados", dijo Lintner.

Desde las protestas de septiembre de 2007, los intentos por registrar a los monjes también se intensificaron. Las medidas "básicamente advierten a los monjes que no se involucren en ninguna clase de actividad política", señaló Mathieson.

Sólo tres de los 7.114 prisioneros a los que la semana pasada la junta anunció que concedería una amnistía son monjes, según Bo Kyi, de AAPP. De hecho, solamente 122 de los que terminarán siendo liberados fueron prisioneros políticos; los otros son criminales con antecedentes, según organizaciones de exiliados birmanos.

A los monjes liberados no les resultará fácil volver a la normalidad. "Algunos monjes encuentran muy difícil regresar a su monasterio, dado que algunos de esos monasterios son reticentes a aceptar a quienes estuvieron en prisión. Ellos tienen que averiguar por sí mismos dónde se pueden quedar", dijo Bo Kyi a IPS.

El anuncio de amnistía más reciente es visto como una medida coordinada con el viaje a Nueva York del primer ministro birmano, general Thein Sein, para asistir a la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), donde pronunciará su discurso el lunes 28.

No está claro hasta dónde llegará el activismo de los monjes contra el régimen militar, pero los analistas señalan que el disenso ciertamente continúa fermentando mientras el país se prepara para las elecciones de 2010.

"Los monjes nunca pueden ser los líderes de un movimiento político/social, (pero) pueden ser el catalizador. Lo que falta es una oposición política organizada. (…) Ellos mostraron eso muy claramente en septiembre (de 2007), cuando se presentaron en la casa de (la líder pro-democracia) Aung San Suu Kyi y le dijeron ‘estamos aquí, pero tú eres la líder", señaló Lintner.

"No importa qué les hagan los militares a los monjes. Ellos siguen siendo monjes en sus corazones, y continuarán siéndolo", agregó.

Visto en IPS y en El martillo judicial gracias a un chivatazo de Basilio Pozo-Durán.

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