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La Mandela birmana, todavía presa

sábado, 25 de octubre de 2008

Reportaje leído en El país

Ni el ciclón que la primavera pasada sembró de cadáveres el sur de Myanmar (la antigua Birmania) sirvió para aliviar la tenaza con que la Junta Militar reprime a la absoluta mayoría de los 53 millones de birmanos. Mientras, Aung San Suu Kyi, la dirigente que goza de mayor apoyo entre la población, cumplió ayer 13 años de arresto domiciliario sin que se vislumbre el fin de su martirio. Aislada de las voces que tanto dentro como fuera exigen su liberación, la premio Nobel de la Paz de 1991 insiste en buscar una solución negociada para su país.

"Es fundamental que los vecinos de Birmania y sus aliados, como China, India y la Asociación de Naciones del Sureste Asiático (Asean), renueven y refuercen sus esfuerzos por conseguir la inmediata e incondicional liberación de Aung San Suu Kyi y sus colegas", señala el comunicado emitido por Altsean-Birmania, un movimiento de ONG y activistas exiliados o de los países del entorno que luchan por la democracia y el respeto a los derechos humanos en Myanmar.

La represión y el absoluto desprecio hacia las víctimas con que la actual Junta, que gobierna el país desde 1990, ha organizado la ayuda internacional por el huracán Nargis revela, según las principales organizaciones humanitarias internacionales, el peligro de que Birmania se convierta en un "Estado fallido". Esto puede acarrear una conflictiva inestabilidad en una zona del sur de Asia en la que China e India compiten para extender su influencia.

Suu Kyi, de 63 años, se ha convertido en el icono mundial de la resistencia civil por llevar desde 1989 sufriendo condenas que intermitentemente la encierran tras los barrotes de las cárceles birmanas o de su casa. Hija del general Aung San -héroe de la independencia birmana, aunque no llegó a disfrutarla-, Suu Kyi, que volvió a su país en 1988, se puso al frente de quienes luchaban por la democracia y fue nombrada líder de la Liga Nacional para la Democracia (LND). Al frente de la LND en las únicas elecciones libres habidas en Birmania desde el golpe de 1962, Suu Kyi logró hacerse con el 82% de los escaños del Parlamento, pero los militares jamás reconocieron los resultados y un nuevo golpe acabó con el más mínimo resquicio de libertad.

El martes pasado, el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, en un informe a la Asamblea General destacó la urgente necesidad de impulsar el diálogo con Birmania y promover la paz, la prosperidad y la democracia en el país, uno de los más pobres del mundo pese a sus enormes recursos naturales. "La liberación de la líder opositora Aung San Suu Kyi y de otros presos políticos será fundamental para reanudar un diálogo más amplio, sustantivo y con plazos precisos", señaló Ban.

Según Altsean-Birmania, la Junta Militar que dirige el general Than Shwe mantiene bajo su bota, además de a la llamada la Mandela de Asia, a "otras 178 mujeres prisioneras de conciencia que están detenidas bajo las intolerables condiciones de las prisiones birmanas por sus actividades políticas y su liderazgo".

"Continuaremos con nuestros esfuerzos de traer democracia a Birmania bajo todas las circunstancias. No hay que olvidar que en Suráfrica, el Congreso Nacional Africano fue declarado una organización ilegal por décadas", declaró Suu Kyi en uno de sus cortos periodos de libertad para insuflar ánimos a la población y a los numerosos miembros de la LND perseguidos. Nelson Mandela permaneció 27 años en la cárcel pero logró acabar con el apartheid. Suu Kyi está convencida de que Birmania será algún día libre y democrática.

La ONU señala que en los últimos meses "ha mejorado la cooperación" con el Gobierno birmano, pero sostiene que las autoridades no han respondido "de manera tangible" a los esfuerzos de Naciones Unidas para promover el diálogo. Asimismo, señala que persisten los informes sobre conflictos armados y violaciones de los derechos humanos.

Suu Kyi está recluida desde el 24 de octubre de 1995. Tres meses antes, la Junta Militar la había puesto en libertad y la líder de la LND, más resuelta que nunca a acabar pacíficamente con el régimen, recorrió el país alentando manifestaciones y campañas de desobediencia civil para exigir la puesta en marcha del Parlamento democráticamente elegido y la liberación de los cientos de presos políticos. La Junta reaccionó con fiereza ante la voluntad de hierro de esta mujer de aspecto frágil por sus escasos 48 kilos de peso. "¡Traición!", clamaron los uniformados y cerraron de un portazo su casa, situada en el centro de Rangún, la antigua capital.

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