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Desde Birmania

jueves, 8 de noviembre de 2007

Antes de ayer leí en el Washington Post este artículo escrito por un monje birmano que utiliza el pseudónimo “U Gambira” y se encuentra oculto en su país dado que la junta birmana lo anda buscando porque se la quiere dar.
Dice:
En la Naciones Unidas, China y Rusia siguen impidiendo que el Consejo de Seguridad facilite el diálogo entre las fuerzas democráticas y el régimen. Dentro de nuestra región, altos funcionarios de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático han condenado las acciones del régimen pero no han hecho mucho más. Acaso lo más decepcionante es que la democracia más extensa del mundo, India, sigue proveyendo asistencia militar y tratados comerciales que ayudan a financiar la guerra del régimen contra su gente.
• ¿Qué hace falta para que el mundo se dé cuenta de que los generales de Birmania son una amenaza y que a causa de su desgobierno las drogas, las enfermedades y los refugiados de Birmania rebasan las fronteras y anegan otras sociedades, arruinando vidas?
• La gente pregunta si estoy desanimado y si este último espasmo de activismo democrático se terminó. La respuesta a ambas preguntas es no. Aunque el ejército me busca y tengo que esconderme en mi propio país, estoy asombrado ante la valentía de tantos, incluyendo agentes de seguridad de la junta que simpatizan con nosotros y abrieron sus casas a líderes democráticos y a mí.
• Las armas primitivas blandidas por los altos generales birmanos, un clima de miedo y el uso de la violencia, ya no funcionan, y sin nada que perder, ya no tenemos miedo.
• El miércoles, más de 200 monjes protagonizaron una protesta en Pakokku. Miraron a los oficiales a la cara. Su espíritu y determinación son una advertencia al régimen y a aquellos que lo apuntalan.
• La Revolución Azafrán de Birmania recién está comenzando. El uso de arrestos masivos, asesinatos, torturas y encarcelamientos por parte del régimen no ha podido extinguir nuestro deseo de la libertad que nos fue robada hace tantos años. Hemos resistido su mejor golpe.
• Ahora son los generales los que deben temer las consecuencias de sus acciones. Adherimos a la no-violencia, pero nuestra columna es de acero. No hay vuelta atrás. Poco importa si mi vida o las vidas de mis colegas tienen que ser sacrificadas en teste viaje. Otros se pondrán nuestras sandalias, y más gente se nos unirá y nos seguirá.
¡Vamos los monjes todavía!

Visto en Un Kilo.

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